El franco CFA, utilizado por catorce países pero vinculado económicamente a Francia, es la última moneda colonial en el continente africano. Los medios de comunicación franceses e internacionales han tomado su existencia como un secreto sucio, a pesar de que la usan unos 187 millones de personas. Sin embargo, ahora ha vuelto a aparecer en los titulares, gracias a cinco años de movilizaciones sostenidas por parte de movimientos e intelectuales panafricanistas.
La controversia en torno al franco CFA tuvo especial relevancia a finales de diciembre, después de las declaraciones del presidente francés Emmanuel Macron y su homólogo de Costa de Marfil, Alassane Ouattara. Su promesa de «reforma» de la moneda, que ahora pasará a llamarse «ECO», fue difundida por los principales medios de comunicación. Se apresuraron a declarar la muerte de la moneda, llegando a decir “Adiós al franco CFA”, como lo expresó un columnista del Wall Street Journal.
Sin embargo, una mirada más cercana a este asunto sugiere que tales respuestas triunfales fueron demasiado apresuradas, o más bien, completamente erróneas. Si bien es poco conocida fuera del mundo francófono, la historia del franco CFA apunta a una realidad bastante diferente, así como a la persistencia de lo que durante décadas ha servido como una herramienta del neocolonialismo francés.
Del franco CFA a … dos francos CFA
Los orígenes del franco CFA se remontan a las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Las condiciones de posguerra exigieron una devaluación del franco utilizado en la Francia metropolitana, pero la pregunta seguía siendo si se debería hacer una misma devaluación en todo el imperio colonial, manteniendo así una moneda única para un imperio único, o varias devaluaciones, dado que la guerra tuvo impactos desiguales en diferentes territorios gobernados por Francia.
El Ministerio de Finanzas francés optó, en secreto, por este último curso de acción, el cual finalmente condujo a la creación oficial del Franco de las Colonias Francesas en África (FCFA) el 26 de diciembre de 1945. La nueva moneda llegaba con una paridad fija bastante increíble: 1 franco CFA valía 1,7 francos metropolitanos. En 1948, esta tasa se revisó aún más al alza, ¡fijando 1 franco CFA en 2 francos metropolitanos! Por el contrario, como era razonable esperar, las colonias británicas en África tenían un valor de tipo de cambio más bajo que la libra esterlina. Así, el franco CFA nació sobrevaluado, lo que se tradujo en una baja competitividad interna y de exportación duradera, dos características de las economías que producen y exportan bienes primarios e importan casi todo lo demás.
De hecho, desde su creación, el franco CFA fue una parte integral de un mecanismo económico diseñado para garantizar que las colonias subsaharianas de Francia ayudaran a reconstruir una economía metropolitana que carecía del vigor necesario para enfrentar la competencia internacional. Simultáneamente, la economía metropolitana francesa necesitaba acceso a fuentes de materias primas que pudiera comprar en su propia moneda, a precios inferiores a los del mercado mundial.
A medida que las antiguas colonias obtuvieron su independencia, los bloques de monedas coloniales alrededor de África -el área de la libra esterlina, el área de la peseta española, el área de la moneda belga, el área del escudo portugués, etc.- se desmantelaron gradualmente. Los nuevos países independientes optaron por emitir sus propias monedas nacionales como símbolo de su ascenso al rango de Estados soberanos internacionalmente reconocidos.
Las excepciones fueron los países subsaharianos reunidos en la Zona Franco. De hecho, Francia había concedido su independencia a dichos países solo a condición de que los líderes políticos africanos, la mayoría de los cuales habían sido educados en Francia, firmaran «acuerdos de cooperación» que regirían las relaciones futuras.
Cubriendo campos que van desde materias primas hasta comercio exterior, divisas, diplomacia, fuerzas armadas, educación superior y aviación civil, estos acuerdos buscaron afianzar la soberanía francesa y vaciar la promesa de independencia. En julio de 1960, el primer ministro francés, Michel Debré, escribió a su homólogo gabonés, Léon Mba: «Otorgamos la independencia con la condición de que el Estado independiente se esfuerce por respetar los acuerdos de cooperación … Uno no va sin el otro».
En lo que respecta a la moneda, esta «cooperación» significaba que los países recientemente independizados tendrían que mantener el franco CFA.
Guinea, bajo el liderazgo del sindicalista Sekou Toure, se negó a jugar las reglas del juego. Después de la independencia en 1958, salió de la Zona Franco en 1960. En represalia, los servicios secretos franceses inundaron su economía con billetes falsos. Según sus cuentas, este sabotaje tuvo un gran éxito en la interrupción de la economía guineana. Togo, bajo Sylvanus Olympio, también trató de escapar de la Zona Franco. El 12 de diciembre de 1962 el graduado de la London School of Economics creó formalmente un banco central nacional. El 13 de enero de 1963 fue asesinado por soldados togoleses entrenados en Francia. La moneda nacional de Togo nunca vio la luz del día.
A pesar de la feroz represión política impuesta por el gobierno francés, Mali (1962–67), Madagascar (1972) y Mauritania (1972) abandonaron la zona CFA.
A mediados de la década de 1970, la sede del Banco de Estados de África Central (BEAC) y el Banco Central de Estados de África Occidental (BCEAO) fueron transferidos a Yaundé y Dakar, respectivamente. Su personal, inicialmente 100% de origen francés, fue luego «africanizado», al igual que los billetes y las monedas.
Hoy, el acrónimo «FCFA» se refiere a dos monedas que no son directamente convertibles entre sí. Se refiere tanto al franco emitido por el BCEAO para los Estados miembros de la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMAO) -Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Malí, Níger, Senegal, Togo y la excolonia portuguesa Guinea-Bissau, que se unió en 1997- y la comunidad económica y monetaria separada que utiliza el franco emitido por el BEAC -que cubre Camerún, Chad, República Centroafricana, Gabón, Congo y la antigua colonia española de Guinea Ecuatorial, que se unió al grupo en 1985-.
Estos catorce países, más las Islas Comoras -que utilizan su propio franco, emitido por su propio banco central, con una tasa de paridad diferente para su paridad con respecto al euro-, constituyen un conjunto conocido como los «países africanos de la zona del franco». Sus monedas están sujetas a las mismas reglas de funcionamiento, y si el franco CFA alguna vez fue un franco francés ligeramente disfrazado, hoy puede considerarse un euro disfrazado de manera similar.
Un mecanismo colonial
El sistema de francos CFA, desde sus orígenes, se basa en cuatro pilares. El primero es la paridad fija entre el franco CFA y la moneda francesa -el franco francés y, desde 1999, el euro-. El siguiente es la libertad de transferencia de capital e ingresos dentro de la Zona Franco. El tercero es la convertibilidad garantizada del franco CFA a una tasa fija, es decir, la promesa del Tesoro francés de prestarle al BCEAO y al BEAC los volúmenes deseados de moneda francesa cuando ya no tengan suficientes reservas extranjeras.
Pero, como contrapartida de esta «garantía», Francia está representada en los órganos de BCEAO y BEAC, sus juntas, comités de política monetaria y órganos de control, con un derecho legal de veto que se ha vuelto implícito con el tiempo.
La otra contrapartida es que estos dos bancos centrales están obligados a depositar parte de sus reservas de cambio en el Tesoro francés. A raíz de la independencia, la cuota de depósito obligatorio era del 100%, antes de reducirse al 65% en 1973 y, luego, al 50% en 2005.
Este es, de hecho, el cuarto principio: la centralización de sus reservas de cambio en manos del Tesoro francés. Esto implica que el Tesoro francés es, efectivamente, la oficina de cambio de los países que utilizan el franco CFA. Todas las operaciones de conversión del franco CFA a otras monedas tienen que pasar a través del Tesoro francés. Vale la pena subrayar, además, que el Banco de Francia posee el 85% de las acciones monetarias de oro de BCEAO.
Si Francia se ha comprometido a mantener la Zona Franco durante más de setenta años es porque se beneficia de ella. Esto fue explícitamente reconocido por el Consejo Socioeconómico francés en un informe de 1970 que enumeraba las «ventajas indiscutibles para Francia». La primera consistía en que Francia podría pagar sus importaciones de los países de la zona del franco en su propia moneda. Esto le permitió ahorrar en moneda extranjera y mantener su propio tipo de cambio. Una opción que ha resultado importante en un mundo donde el dólar es la moneda principal para el comercio internacional y el franco francés era débil e inestable.
Las empresas francesas que operan en la zona se aprovechan de puntos de venta comerciales grandes y estables. Sumado a esto, la economía francesa se beneficia de un superávit comercial con respecto a los países de la zona del franco, que también le proporcionan una cantidad de reservas de cambio que está lejos de ser insignificante y que, a veces, se ha utilizado para pagar las deudas de Francia. Las empresas francesas también tienen la libertad garantizada de repatriar sus ingresos y capitales sin ningún riesgo cambiario, gracias a la política de libre transferencia y al hecho de que Francia decide la política cambiaria y monetaria de la zona.
Por último, gracias al franco CFA, Francia disfruta de un sistema de control político al servicio de sus propios intereses económicos. Esto tampoco le cuesta nada, ya que su supuesta «garantía» de convertibilidad rara vez se ha puesto en práctica. De hecho, el Tesoro francés a menudo ha ofrecido tasas de interés negativas -en términos reales- para las reservas de divisas africanas, lo que significa que el BCEAO y el BEAC han estado perdiendo dinero; es como si le pagaran al Tesoro francés para mantener sus reservas extranjeras. Y en las pocas ocasiones en que los países africanos han tenido problemas de pagos en el extranjero, Francia solicitó la intervención del FMI o se unió al FMI para exigir una devaluación de la moneda, como en 1994.
Sin embargo, los beneficios del franco CFA no son solo para Francia: se extienden a los importadores y a las clases altas africanas, cuyo apetito por los lujos importados explica su preferencia por un tipo de cambio sobrevaluado. Para los líderes políticos africanos, el franco CFA es un mecanismo para facilitar la transferencia de recursos financieros, sin importar cómo se adquirieron. Y, mientras se mantengan callados sobre el tema, tienen el respaldo del gobierno galo contra los disidentes políticos y su propia gente en periodos de problemas. Este es especialmente el caso en los países de África Central, la mayoría de cuyos presidentes han estado en el poder durante más de tres décadas.
Una receta para el subdesarrollo
Todo esto ha tenido graves efectos en las economías africanas. Ser parte de la zona del franco es sinónimo de niveles muy bajos de comercio regional (10% en promedio para toda la zona del franco africano y 5% para su componente centroafricano) y con estancamiento o, incluso, declive económico. En 2016, el país más grande de la Zona Franco, Costa de Marfil, tuvo un PIB real per cápita un tercio más bajo que su pico de 1978. También en 2016, el segundo país más grande de la Zona Franco de África occidental, Senegal, tuvo un PIB real per cápita del mismo orden de magnitud que su nivel de 1960. Mientras tanto, las tres economías más grandes de África Central de la zona del franco – Camerún, Congo y Gabón – aún no han regresado a sus niveles más altos de PIB real per cápita, alcanzados en 1986, 1984 y 1976, respectivamente.
Al adoptar una perspectiva a más largo plazo, vemos que los altos niveles de crecimiento observados en la zona del franco de África Occidental en los últimos diez años deberían atribuirse, al menos por ahora, a «compensar» las «décadas perdidas». El franco CFA no es el único factor que explica este débil desempeño económico, que también se puede encontrar en algunos países que no pertenecen a la zona. Pero, sin duda, ha hecho una contribución específica a este malestar, como mecanismo de extraversión de tipo colonial.
En primer lugar, esto se debe a que la elección de una paridad rígidamente fija implica la ausencia de cualquier mecanismo de ajuste en períodos de crisis que no sea la «devaluación interna». Esto conlleva las duras políticas de austeridad que se están implementando actualmente en la zona del franco centroafricano: mayores impuestos a hogares y trabajadores, menos gasto público en sectores clave como salud, educación y agricultura, aumento de las tasas de interés en préstamos bancarios, despidos masivos tras las quiebras de empresas del sector privado y reducción de personal público, etc. En tiempos de crisis, Francia y el FMI siempre abogan por políticas que tengan como objetivo reducir la demanda agregada, para que los países de la Zona Franco obtengan un equilibrio en la balanza de pagos.
En segundo lugar, el franco CFA ha sufrido desde su nacimiento una sobrevaluación crónica, que varía según el país. Su vinculación al euro, que reemplazó al franco en 1999, ha agravado los problemas de competitividad de precios de los países que lo utilizan.
De hecho, el objetivo establecido para la política monetaria y cambiaria de los países de la Zona Franco, a saber, defender la paridad con la moneda francesa a toda costa, se traduce en una restricción de las posibilidades de financiar sus economías. Por último, la libertad de movimientos de capital facilita la exportación directa de los excedentes económicos locales.
Todas estas desventajas asociadas con el sistema de francos CFA fueron señaladas desde el principio por líderes políticos africanos, como el primer presidente posindependencia de Malí, Modibo Keita, y por economistas como el franco-egipcio Samir Amin (autor de Imperialismo y el desarrollo desigual), Mamadou Diarra, de Senegal, o Joseph Tchundjang Pouemi, de Camerún. Pero Francia, aliada a jefes de Estado africanos generalmente leales, nunca ha querido tener en cuenta las demandas africanas de independencia monetaria. Al contrario, se necesitaron movilizaciones sostenidas de movimientos panafricanistas, intelectuales y economistas de África y la diáspora para cambiar el juego.
Macron, el «mago»
En su viaje a Uagadugú (Burkina Faso) en noviembre de 2017, Emmanuel Macron sostuvo que el franco CFA no era un «problema» para Francia. Recientemente, sin embargo, ha revisado su posición. El 21 de diciembre estuvo en Abiyán (Costa de Marfil), junto al presidente Alassane Ouattara, quien llegó al poder en 2011 con el apoyo del gobierno francés, definitivo para derrocar por la fuerza militar a su rival, Laurent Gbagbo. Juntos, anunciaron tres reformas en el franco CFA de África Occidental: el fin de la presencia francesa en el BCEAO, el fin de su obligación de depositar la mitad de sus reservas de cambio en el Tesoro francés, y un cambio en el nombre del franco CFA, que pasa a ser el ECO.
Según el exgobernador del BCEAO, Philippe Henri Dacoury-Tabley, las reformas anunciadas por Macron y Outtara son un «juego de manos», y no está equivocado. De los cuatro pilares del sistema CFA, el único afectado por estas reformas es el control centralizado de las reservas cambiarias. Pero este no es el tema clave.
Gracias a la renovación del acuerdo de cooperación monetaria que lo vincula con la UEMAO, Francia se ha asegurado de que se mantenga este vínculo formal de presentación monetaria. Con el ECO, se mantendrá el supuesto papel de Francia como «garante» y la paridad fija del franco CFA con el euro.
A pesar del anuncio triunfal de la retirada de los funcionarios franceses y el fin de los depósitos de las reservas de divisas africanas en el Tesoro francés, la realidad es bastante más matizada. El Financial Times describe estas reformas como una «revolución», pero señala que Francia designará un representante «independiente» en el BCEAO y, a través de esta cifra, controlará la gestión diaria de sus reservas de divisas.
Estas reformas simbólicas no cambian significativamente la conducta de la política monetaria y cambiaria del BCEAO. Más bien, se ajustan a la lógica de librar al franco CFA de su simbolismo más abiertamente colonial. La representación francesa en los organismos del BCEAO, el depósito de reservas de divisas africanas en el Tesoro francés y la supervivencia del nombre de «franco», así como la producción de monedas y billetes de franco CFA en Francia, son solo algunos de tantos símbolos fuertemente desafiados por los movimientos panafricanistas y la opinión pública africana en general.
Secuestrando al ECO
Al elegir cambiar la denominación del franco CFA, Macron y Outtara al menos han logrado sembrar confusión, ayudados por la falta de claridad hasta ahora vista en la prensa francesa e internacional.
Pero su movimiento también debe ser visto como parte de una acción más global. En junio de 2019, la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO o ECOWAS, por sus siglas en inglés), que reunió a ocho países de la Zona Franco CFA y otros siete con sus propias monedas, eligió ECO (abreviatura de ECOWAS) como el nombre de su moneda única planificada, un proyecto que se remonta a mediados de los ochenta. La CEDEAO decidió vincular su futura moneda regional única a una cesta de monedas extranjeras, incluido el dólar estadounidense, el euro y, seguramente, otras monedas importantes.
Para unirse a la futura Zona ECO, cada país debe cumplir varios criterios de entrada -lo que se ha dado en llamar «convergencia nominal»-, a saber: un déficit público inferior al 3% del PIB, un índice de deuda pública inferior al 70% del PIB, una tasa de inflación inferior al 10%, etc. Estos criterios fueron copiados de la eurozona que, lamentablemente, ha proporcionado a los expertos de la CEDEAO -en su mayoría, economistas neoclásicos- su principal fuente de inspiración.
El problema es que, con la excepción de Togo, los países que utilizan el franco CFA en África Occidental no cumplen con los criterios de convergencia de la CEDEAO. Y no es seguro que lo puedan hacer para el próximo año. Entonces, ¿por qué cambiar el nombre del franco CFA a ECO? Para algunos analistas, Macron y Outtara habrían «secuestrado» el ECO, buscando un cortocircuito en el proyecto de integración monetaria de la CEDEAO y, especialmente, para aislar a Nigeria. Como mayor potencia económica y demográfica de África, Nigeria representa más de dos tercios del PIB de la CEDEAO y, al menos, la mitad de su población.
Francia nunca ha ocultado su ambición de extender la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (que actualmente agrupa a los ocho países de la Zona Franco CFA de África Occidental únicamente) a otros países de la región. La excepción, sin embargo, es Nigeria, demasiado grande para poder beneficiarse de cualquier supuesta «garantía» que Francia o las autoridades monetarias europeas puedan ofrecer. El exministro de Economía francés y director del FMI, Dominique Strauss Kahn, propuso lo mismo en un informe de 2018. Un punto de vista similar aparece en un informe reciente coordinado por otro exministro galo de Economía, Hervé Gaymard.
Independientemente de lo que diga el liberal Macron, Francia no está dispuesta a renunciar a su dominio por vía monetaria, el cual constituye su último instrumento para proteger sus intereses económicos, aparte de una intervención militar directa. Gracias al apoyo incondicional de Costa de Marfil y Senegal, Macron espera enfrentarse a Nigeria y volver a su favor el proceso de integración monetaria de la regional.
De hecho, las élites francesas todavía no pueden pensar en el futuro de su propio país sin hacerlo en términos de la continua supeditación de África a los intereses franceses. Incluso en 1957, el que sería presidente francés, el socialista François Mitterrand, opinó que «sin África, Francia no tendrá historia en el siglo XXI». Esta perspectiva ha seguido guiando la política exterior francesa: en 2013, el Senado francés expresó mismas convicciones en un informe titulado «África es nuestro futuro».
Hoy, Francia enfrenta un relativo declive económico en una región que durante mucho tiempo consideró su propia reserva privada. Incluso ante el surgimiento de otras potencias como China, Francia no tiene intención de renunciar a su dominio: luchará hasta el final. Sin embargo, por fortuna, esto lo tendrá que hacer enfrentándose a la resistencia de una juventud panafricanista que busca pasar página del colonialismo europeo, tanto en sus formas más antiguas como en las nuevas.
Este artículo se publicó originalmente el pasado 6 de enero en la revista Jacobin, que lo ha cedido a Africaye para su traducción y su publicación. El artículo original se tituló: The Franc Zone, a Tool of French Neocolonialism in Africa.
Autor: Ndongo Samba Sylla (Senegal) es economista del desarrollo y trabaja en la Fundación Rosa Luxemburgo, en Dakar. Es coautor, junto con Fanny Pigeaud, de The Last Colonial Currency: A History of the Franc CFA | Traducción: Africaye