Durante el discurso tradicional a la nación realizado la víspera de la independencia de Costa de Marfil del pasado 6 de agosto, el jefe de Estado marfileño, Alassane Ouattara, anunció su candidatura a las elecciones del próximo mes de octubre, con el pretexto de la muerte de Amadou Gon Coulibaly, el candidato de su partido político el RHDP (Alianza de los Houphouetistas para la Democracia y la Paz). Aunque este anuncio no sorprendió a nadie en el país, dado que sus partidarios ya le habían pedido que se presentara, esta candidatura es problemática en muchos aspectos y su simple anuncio ha provocado el derramamiento de sangre.
Ouattara está a punto de terminar su segundo mandato con un balance controvertido. Por una parte, con un crecimiento macroeconómico y unas condiciones de vida de la población más precarios que nunca, que se traducen en que Costa de Marfil sea la tercera nación en migración irregular hacia Europa. Aunque el país conoce una relativa estabilidad política, la criminalidad repunta (con el fenómeno de los microbios, bandas de delincuentes armados de machetes que siembran una atmósfera de terror en los barrios populares de Abiyán agrediendo brutal e indiscriminadamente a la población), se multiplican los escándalos de corrupción (sobre todo, en el ámbito del cacao, principal exportación del país), crece el tráfico de drogas, retrocede la libertad de expresión y preocupan la brutalidad y la falta de disciplina de las fuerzas del orden.
Además, Ouattara se encuentra más aislado que nunca. Sus aliados de 2010, Henri Konan Bedié (que ha gobernado con él desde 2011, tras apoyarle en las elecciones y la crisis poselectoral) y Guillaume Soro (que lideró la rebelión que le instaló al poder con el apoyo francés), le dieron la espalda, acercándose al enemigo de ayer, el expresidente Laurent Gbagbo. El RHDP ha sufrido deserciones entre las que destacan las de Amon Tanoh (antiguo ministro de Asuntos Exteriores) y Daniel Kablan Duncan (antiguo vicepresidente). Incluso a nivel de su base electoral, la decisión de presentarse a un tercer mandato es controvertida, ya que Ouattara expresó públicamente su decisión de no hacerlo en varias ocasiones y su cambio de opinión se considera una deshonra.
¡Caso de fuerza mayor! ¿En serio?
La principal crítica formulada al anuncio de Ouattara es lo inapropiado del momento elegido. Sin entrar en las cuestiones de fondo, la elección de una ocasión tan solemne para la nación como el discurso del Día de la Independencia para responder a la llamada de sus partidarios hizo que, en vez de manifestarse como el presidente de la República y de todos sus ciudadanos, se presentara como jefe de un partido político.
Además, también es problemático el uso del término “caso de fuerza mayor” como pretexto para concurrir a las elecciones, en un contexto en el que ninguna situación excepcional afecta al país (guerras, agresión exterior, terremotos u otras catástrofes naturales) y refiriéndose al riesgo de implosión o derrota de su partido en las elecciones presidenciales. Recuerda a las horas oscuras del unipartidismo (difunto en 1990), en las que todo lo que afectaba al partido, afectaba, de facto, al Estado.
Tercer mandato o primer mandato de la Tercera República
La candidatura de Ouattara encendió un nuevo debate acerca de la legalidad del tercer mandato presidencial. En 2016, Sansan Kabilé (ministro de la Justica) y Cissé Bacongo (consejero jurídico de Ouattara) insistieron públicamente en la “imposibilidad” constitucional de una candidatura de Ouattara en 2020, afirmando quela Constitución proscribe un tercer mandato en el artículo 183. Ahora, un amnésico RHDP pretende que se trata de un primer mandato, puesto que la adopción de una nueva Constitución en 2016 puso los “contadores a cero”. Esta posibilidad ya había provocado manifestaciones de una parte de la oposición contra dicha Carta Magna y ahora hace que se acuse a Ouattara de violar la Constitución.
Ouattara y las constituciones marfileñas: una historia de desamor
Hay de destacar que no es la primera vez que Ouattara entra en conflicto con la Constitución marfileña y citamos tres ocasiones anteriores:
En diciembre de 1993, y aunque el articulo 11 estipulaba que, en caso de fallecimiento del presidente Houphouet-Boigny, el poder ejecutivo recaía automáticamente en el presidente de la Asamblea Nacional (Henri Konan Bedié, en aquel momento), Ouattara (entonces primer ministro) intentó hacerse con el poder con la ayuda de Robert Guéi (entonces jefe de Estado mayor del ejército) y otras figuras políticas.
En octubre de 2000, se eliminó su candidatura de las elecciones por la cláusula de la nacionalidad de la Constitución, adoptada en julio del mismo año mediante un referéndum organizado por la junta militar liderada por Robert Guéi (en el gobierno tras el golpe de Estado del 24 de diciembre de 1999, que derrocó a Bedié). Ouattara hizo que sus partidarios protestaran en la calle y exigieran unas nuevas elecciones. Esta contestación provocó una segunda ola de violencia tras la caída de Guéi, derrotado en las elecciones por Laurent Gbagbo y expulsado del poder tras días de manifestaciones de los partidarios de Gbagbo contra los militares.
En noviembre de 2010, Ouattara se opuso a la decisión del Consejo Constitucional que, según la Constitución de 2000 (vigente hasta 2016), era responsable del veredicto final de las elecciones. Prefirió los resultados provisionales proclamados en su sede de campaña que le daban por vencedor, provocando la crisis poselectoral.
Las calles en llamas: contestación y riesgo de conflictos identitarios
La decisión de Ouattara de presentarse a un tercer mandato engendró una ola de protestas desde el mismo 6 de agosto, cuyo punto álgido se produjo el 13 de agosto, con manifestaciones en varias ciudades de todo el país y bloqueo de carreteras. En respuesta al malestar social y tras prohibir las manifestaciones, Ouattara desencadenó toda la fuerza represiva del Estado contra los manifestantes, haciendo bascular las protestas pacíficas, inicialmente sin incidentes violentos, a enfrentamientos entre fuerzas del orden y manifestantes, en los que se cruzaban lacrimógenos y piedras.
Amnistía Internacional se basó en varios vídeos publicados en redes sociales y en testimonios de manifestantes para denunciar que grupos pro-Ouattara armados (principalmente con machetes) atacaban a quienes protestaban. Aunque las manifestaciones tuvieron lugar en varias ciudades del país, estos grupos fueron especialmente activos y brutales en lugares de origen de líderes de la oposición, iniciando una espiral de violencia que puede derivar en conflictos étnicos-identitarios. Los autóctonos de ciudades como Daoukro (Bedie), Bonoua (Simone Gbagbo), Gagnoa (Laurent Gbagbo) y Divo (Lida Kouassi, del Frente Popular Marfileño, de Gbagbo) sufrieron la destrucción de bienes (domicilios, negocios, vehículos) y replicaron con ataques a barrios malinké, mayoritariamente pro-Ouattara, en dichas localidades.
El balance de víctimas no es claro, pero se habla de un mínimo de una decena de fallecidos y un centenar de heridos, a los que se añade la detención de 150 opositores cuya figura preeminente es la líder de la sociedad civil Pulcherie Gbalet.
Una elección problemática
Las elecciones de 2020 ya conllevan el germen de la contestación. Se ha descartado de la carrera electoral a figuras clave de la oposición como el expresidente Gbagbo y Soro, ambos condenados a 20 años de cárcel por contumacia, y ahora en Europa. Además, la coalición de partidos de la oposición ha revelado varias anomalías que implican algunos votantes en la lista electoral (muertos, menores de edad, nacidos en el siglo XIX y los que pueden votar varias veces, por ejemplo). Mientras que la oposición estima que estos casos siembran la duda sobre la equidad del proceso y piden una auditoría de la lista electoral por un comité internacional, el régimen Ouattara considera que se trata de erratas insignificantes que no necesitan un esfuerzo de esa envergadura. El representante del RHDP Adama Bictogo habló de “margen de error aceptable” en la televisión nacional marfileña. Para intentar calmar la contestación, varios actores políticos indicaron que había que esperar la decisión del Consejo Constitucional, pero tres nuevos miembros nombrados por Ouattara entraron en dicho consejo este 1 de septiembre, poniendo en duda la credibilidad y la imparcialidad de sus decisiones.
Una puerta abierta para otros: Condé ya la espera
La situación en Costa de Marfil no es única: la República de Guinea se encuentra en la misma tesitura que su vecina. En este país, y como Ouattara, Alpha Condé se acaba de declarar candidato a un tercer mandato, en respuesta a una petición de su partido. Como en Costa de Marfil, se han producido manifestaciones contra una posible candidatura de Condé a un tercer mandato en varias ciudades del país.
El derrocamiento por revoluciones populares de Mamadou Tandja en Níger (2010) y Blaise Compaore en Burkina Faso (2014), que intentaron mantenerse en el poder mediante reformas constitucionales, hacía estimar a muchos observadores de la política regional que la era de los terceros mandatos había acabado. Pero Ouattara la está reviviendo.
Reacción de la comunidad internacional: un silencio muy elocuente
Aunque el pasado 5 de marzo, coincidiendo con el anuncio de su renuncia a un tercer mandato, las felicitaciones llovieron sobre Ouattara por su “decisión histórica” (fue notorio el tuit del presidente francés, Emmanuel Macron), el silencio se abate frente de su cambio de opinión. Ni la CEDEAO, ni Macron comentaron la noticia, dejando suponer un apoyo tácito a esta acción controvertida, que podría llevar el país a una nueva crisis política.
Un balance más que controvertido para Ouattara
A pesar de las protestas, Ouattara fue investido como candidato de su partido el 22 de agosto y entregó su dosier de candidatura a la comisión electoral dos días después. En su discurso del 22 de agosto, se enorgulleció de la era de estabilidad y crecimiento macroeconómico que conoce Costa de Marfil, pero olvidó que la estabilidad de los países africanos depende principalmente de la cultura democrática de la oposición y la robustez de sus instituciones. La libertad de expresión está en grave peligro en Costa de Marfil, donde Ouattara puso en pie una política represiva contra todas las voces disidentes de la narrativa oficial. El país cuenta centenares de prisioneros políticos. Hubo detenciones incluso por compartir informaciones en redes sociales, como ocurrió con los ciberactivistas Cyriac Gbogou (detenido tras informar sobre un espectáculo pirotécnico que provocó la muerte de decenas de personas) y Soro Tangboho “Carton Noir” (condenado tras difundir en redes un vídeo de policías extorsionando a taxistas), e incluso ha pasado por prisión un excantantecon evidentes problemas psicológicos, Eric Taregue (alias S. Kelly), por haber “insultado” a Ouattara en un video donde se oponía al tercer mandato.
Varios escándalos de corrupción manchan su gestión del país, como los 762 millones de euros desaparecidos de las arcas del cacao y las acusaciones de narcotráfico que implicarían a altos miembros de su régimen, como el actual primer ministro, ministro de la defensa, diputado y alcalde, Hamed Bakayoko.
A pesar de las buenas cifras macroeconómicas del país, el día a día de los marfileños de a pie no es muy envidiable. El empobrecimiento generalizado de la población cambió radicalmente la dirección de los flujos migratorios en Costa de Marfil,que pasó de ser un país de acogida a devenir país emisor de migrantes en tan sólo una década. Según la OIM, alrededor de 2.200 marfileños estaban en situación irregular en toda la Unión Europea entre 2006, en plena guerra civil marfileña. Entre 2006 y 2008, la Cruz Roja española contabilizó 36 marfileños llegados en patera en España. Sin embargo, entre 2016 y 2017 (era de democracia, estabilidad y crecimiento), más de 23.000 marfileños llegaron a Italia de manera irregular. Según Statista, los marfileños constituían la cuarta nacionalidad (8,8% de más de 26.000 personas) en llegar de forma irregular en España el año pasado.
Al final, la decisión de Ouattara de intentar lanzarse a un tercer mandato pone en peligro la democracia y la paz en el país. La postura de “hombre providencial”, salvador del caos, que supuestamente motiva su decisión de emprender este camino está provocando todo lo contrario a sus “deseos”. Además, si como él mismo dice, su sueño es promover la convivencia, su obstinación en seguir en el poder sólo esta reabriendo y empeorando una fractura social mal cerrada tras la guerra civil que terminó hace casi una década. Por si fuera poco, como se observa ya en la República de Guinea, otros jefes de Estado de la región están siguiendo sus pasos, lo que expone a toda África occidental a una regresión de la limitación de mandatos, adquirida con sangre y sudor a través de movimientos populares locales, que costaron la vida a muchos. Recordemos que Abdoulaye Wade en Senegal o Lansana Conté en Guinea planearon, como él, eternizarse en el poder y acabaron en el lado equivocado de la historia.
Autor: Dagauh Komenan (Yamusukro, Costa de Marfil, 1989) es historiador formado en la Universidad Félix Houphouët-Boigny (Abiyán, Costa de Marfil) en la especialidad de Relaciones Internacionales y coautor del libro electrónico La Françafrique vista desde el Sur.
@dagauh
Fotografía de portada: Maxence Peniguet/RNW Media