En apenas poco más de una semana de intervalo Costa de Marfil y Malí fueron golpeados por el yihadismo. El 13 de marzo un grupo de hombres armados irrumpieron en un hotel de Grand-Bassam, a unas decenas de kilómetros de la capital económica, Abiyán, dejando 19 muertos y varios heridos sobre la arena de la playa marfileña. Ocho días después el centro de Bamako era de nuevo objetivo de un ataque terrorista. En la tarde del 21 de marzo varios hombres armados intentaron penetrar infructuosamente en el hotel Nord Sud Azalaï que alberga el cuartel general de la misión de formación europea EUTM Malí.
Las características de estos ataques y sus autores materiales confirman una preocupante tendencia en la evolución de la amenaza yihadista, que ha pasado de circunscribirse al norte de Malí a expandir sus acciones en África Occidental. El ataque contra el bar-restaurante La Terrase en el corazón de Bamako en marzo de 2015 fue el primero en el que se utilizó un modus operandi -el ataque contra objetivos blandos en capitales de África Occidental por comandos armados- que doce meses después se ha convertido en algo cada vez más frecuente. Si la amenaza ha evolucionado, el origen de los grupos responsables de los ataques en Bamako, Sevaré, Grand-Bassam y Uagadugú no lo ha hecho. El yihadismo de la región tiene mayoritariamente origen en el norte de Malí, donde, a pesar de los esfuerzos antiterroristas internacionales, sigue teniendo la capacidad de instalarse cómodamente gracias a la porosidad de las fronteras y a las dificultades del gobierno para controlar el amplio norte. Los grupos yihadistas continúan beneficiándose de la permanencia de los factores que favorecieron su instalación en la última década – como la falta de desarrollo, la existencia de tensiones intercomunitarias y el tráfico de mercancías- para establecer alianzas con clanes y comunidades locales entre las cuales consiguen arraigarse.
En el último año el fenómeno del yihadismo en el Sahel ha conocido una transformación preocupante. Por un lado los militantes yihadistas continúan combatiendo las fuerzas de seguridad malienses e internacionales y los cascos azules desplegados en el norte de Malí desde enero de 2013, mientras que por otro lado planean masacres en ciudades y capitales de África Occidental que son llevadas a cabo por comandos suicidas de jóvenes procedentes de la propia región. Al Mourabitoun y Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) son las organizaciones que, junto a la más que probable colaboración de otros grupos como Ansar Din y del Frente de Liberación de Macina (FLM), han promovido los atentados desde el centro y norte de Malí y que finalmente han sumado esfuerzos para extender el terror más al sur del Sáhara, en una macabra competición contra la penetración del otro gran movimiento que pugna por liderar el movimiento yihadista internacional, la organización DAESH.
Costa de Marfil es golpeada por el yihadismo.
El ataque sobre el hotel de Grand-Bassam no sorprendió a las autoridades y observadores porque el país africano estaba en alerta terrorista desde hacía varios meses. En el comunicado reivindicativo AQMI justificó la operación terrorista por la participación de Costa de Marfil en el contingente de la misión de paz de la ONU, en el norte de Malí, MINUSMA, y su alianza con Francia, que lidera las operaciones antiterroristas en la región con la operación Barkhane. Efectivamente, Costa de Marfil es un socio importante del país galo, al que permite mantener un destacamento de varios centenares de militares desde enero de 2015.
Costa de Marfil no había sido objetivo de ningún atentado yihadista hasta la fecha. Sin embargo, desde 2015 el país africano se ha involucrado activamente en el combate contra el yihadismo con origen en Malí debido al incremento de la actividad del grupo Ansar Din en la frontera norte. Los miembros de la filial del sur de Malí de Ansar Din se ocultaban en territorio marfileño después de golpear localidades Malíenses. Ambos países vecinos ejecutaron maniobras conjuntas en junio de 2015 para desbaratar los planes de este grupo tras los ataques que protagonizó en las localidades de Fakola y Misseni. Desde que el ejército marfileño combatió a sus tropas en la frontera con Malí y arrestó a algunos integrantes, Ansar Din profirió amenazas contra el país africano.
Las víctimas del ataque en Grand-Bassam fueron personas que en una mañana de domingo se encontraban en las playas del hotel. A pocos minutos de Abiyán, esta localidad, antigua capital colonial francesa, es el lugar de retiro dominical de extranjeros, pero también de numerosos marfileños que acuden a disfrutar de la jornada. El ataque puede ser interpretado como un mensaje contra Francia si hacemos caso a la reivindicación y a los lazos que unen al país africano con la antigua metrópoli, pero la mayor parte de las víctimas fueron marfileñas y, como el resto de ataques terroristas en Bamako y Uagadugú, las consecuencias del atentado afectarán directamente a la economía y el sector turístico marfileño.
La misión de formación europea: objetivo yihadista en Bamako.
El ataque en Bamako fue llevado a cabo por un grupo indeterminado de hombres que intentaron abrirse paso en el hotel Nord Sud Azalaï, situado en el acomodado barrio de ACI2000, donde también se encuentra el hotel Radisson Blu, que fue objeto de una toma de rehenes justamente 4 meses atrás. El hotel Nord Sud se reconvirtió en el cuartel general de la misión europea que desde febrero de 2013 realiza un trabajo de adiestramiento del ejército Malíense como parte del esfuerzo internacional en la rehabilitación de las fuerzas armadas de Malí tras la crisis de 2012.
Cualquiera que haya transitado cerca del cuartel general de la EUTM Malí, estará de acuerdo en que el hotel dispone de grandes medidas de seguridad y que desde el exterior presenta la imagen de un recinto inexpugnable. Aun así, un grupo de personas lo atacaron en una tentativa fallida de provocar una masacre, con el resultado de un asaltante muerto, y según informaciones oficiales, dos detenidos. La misión europea confirmó que ningún miembro de la misión resultó herido durante el ataque. Al contrario de lo que ocurrió con los anteriores ataques similares, hasta el momento no ha habido detalles sobre la identidad de los atacantes, información que suele difundir la filial magrebí de Al Qaeda en sus comunicados reivindicativos.
La transformación del yihadismo en un fenómeno autóctono.
Los ataques descritos anteriormente se inscriben en la nueva estrategia yihadista en la región que busca lanzar el mensaje de que cualquier ciudad de la amplia región oesteafricana es susceptible de ser atacada. La organización AQMI, que junto a al Mourabitoun ha reclamado la autoría de las últimas acciones terroristas en las capitales oesteafricanas, ha dado un salto cualitativo en su estrategia y se centra en la expansión del terror en la región del África Occidental, como nunca antes había sucedido. Con estos atentados y los sucedidos en Burkina Faso y Malí en meses anteriores, la percepción de la inseguridad ya no se limita al norte de Malí sino a cualquier ciudad de África Occidental que teme ser objetivo de un atentado de estas características. La lejanía de los teatros de operaciones habituales de estos grupos apunta a la existencia de infraestructuras locales necesarias para cometer estos hechos, y a la instalación de células durmientes en los países afectados. Y estas células están compuestas y organizadas por personas autóctonas de la región.
Según los comunicados de la organización, la procedencia de los autores materiales de los atentados indica una nueva tendencia que se centra en el reclutamiento de combatientes entre los jóvenes autóctonos que pasan a componer los comandos locales, como se jacta el actual dirigente de AQMI en el norte de Malí, Yahya Abu Hamam. El fenómeno se ha enraizado entre algunas comunidades locales y ya no es algo externo. La mayoría de los autores de los últimos atentados son mayoritariamente de etnias negroides, presentes en la región, lo que les ha permitido moverse por los lugares de las operaciones sin ninguna dificultad. La nacionalidad Malíense predomina entre las personas sospechosas de haber participado en los ataques y entre los detenidos en el marco de las investigaciones, así como una etnia destaca entre los autores materiales, la peuhl (fulani en árabe, fulbe en su propia lengua) – según el nombre de guerra “al-fulani” atribuido a un número considerable de “mártires” en los comunicados reivindicativos de las operaciones-. Tomando con precaución la identificación de las comunidades peuhls de Malí con los yihadistas que atentaron en las filas de AQMI y Al Mourabitoun y sin caer en la trampa de estigmatizar a toda esta etnia como próxima al yihadismo – quizá lo que también buscan estas organizaciones terroristas- es oportuno recordar, como afirma el investigador Boukary Sangaré, que durante la crisis del norte entre 2012 y 2013 hubo “peuhls [que] se unieron en las filas de los yihadistas, como MUYAO [Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental], por diversas razones como la búsqueda de un mínimo de seguridad y liberarse del yugo de sus élites políticas” (según entrevista realizada en Bamako el 25 de marzo 2016).
Tras la liberación del norte llevada a cabo por la operación Serval a petición de las autoridades de Bamako, los intentos de retomar la soberanía por el Estado Malíense han sido irregulares y, en muchos casos, infructuosos. Son numerosos los casos de abusos de fuerza sobre las comunidades peuhls que han acompañado el retorno del Estado Malíense en el centro y norte de Malí por las sospechas sobre ciertos individuos y comunidades de haber participado en grupos yihadistas, y que sin duda han contribuido a incrementar la atracción de estos grupos entre los jóvenes peulhs, como es el caso del Frente de Liberación de Macina (FLM). Este grupo es liderado por el Malíense Hamadou Koufa y pretende la reconstrucción del imperio peuhl de Macina (s. XIX) en el centro de Malí mediante la lucha armada. Como recuerda el experto Sangaré “con el regreso del Estado en 2013, las autoridades [Malíenses] han hecho uso de la represión contra todos aquellos que habrían simpatizado con MUYAO. Esta frustración y el miedo de la represalias del ejército han empujado a muchos a afiliarse de nuevo en las filas de los yihadistas, esta vez bajo las órdenes del famoso marabú [clérigo musulmán] peuhl, Hamadou Koufa [líder del FLM]. Este habría llamado a los peuhls de la región de Mopti a unirse a sus filas a través de sermones, que los jóvenes peuhls se intercambian con sus móviles, para hacer la yihad y combatir a los “que calzan botas”, es decir, los militares [del ejército nacional]” (según entrevista realizada en Bamako el 25 de marzo 2016).
El investigador ha constatado que jóvenes peuhls se han unido al grupo de Koufa, de la misma manera que hicieron en el pasado con MUYAO. La actividad de este grupo, que se cree que mantiene una estrecha alianza con AQMI, y la creciente integración de jóvenes peuhls en las filas de los comandos terroristas de AQMI son preocupantes. Estos hechos no han pasado desapercibidos en Malí y han hecho saltar las alarmas entre las cancillerías extranjeras y las autoridades Malíenses, que por el momento han tomado cartas en el asunto de manera tímida. En los últimos meses ha tenido lugar una campaña del gobierno Malíense junto a las autoridades locales y tradicionales de los pueblos del centro del país para traer de vuelta a los jóvenes integrados en estos grupos. Según los responsables, el programa habría conseguido que hasta dos decenas de jóvenes abandonen las filas de los grupos yihadistas. La cantidad de jóvenes desmovilizados da cuenta de la necesidad de enfocar parte de los esfuerzos de la gestión del posconflicto en estos colectivos.
Con los atentados en Grand-Bassam y Bamako, son seis los ataques en capitales y localidades de África Occidental francófona que desde marzo del año 2015 han guardado bastantes similitudes como para inferir que existe una nueva estrategia regional de AQMI y sus grupos afiliados que es impulsada desde el norte de Malí. El descabezamiento de los líderes yihadistas y la alteración de sus redes por la operación Serval, y luego la operación Barkhane, tanto en el norte de Malí como en la región saheliana ha resultado, sin embargo, en un efecto contrario al deseado. Tres años después de la intervención internacional en el norte de Malí contra las fuerzas yihadistas el balance es agridulce. La capacidad de reclutar localmente de los grupos yihadistas se ha visto reforzada y han logrado ampliar geográficamente su radio de acción a la vez que mantienen el hostigamiento a las tropas internacionales y a las fuerzas de seguridad Malíenses en el centro y norte de Malí. Ante dicha evolución del fenómeno yihadista y su renovada capacidad de irradiar la amenaza en la región es necesaria una nueva manera de enfocar la lucha contra estos grupos y ofrecer soluciones a la crisis multidimensional que presenta el norte de Malí, con especial atención a la gestión del posconflicto y a las contraproducentes políticas securitarias contra determinadas comunidades.
Foto de portada: Oluniyi Ajao