Tanzania y la visión de Nyerere

El proyecto de un exponente de la época de las independencias en África, sus expectativas y la realidad. A 20 años de su muerte.

 

Las efemérides obligan al repaso histórico. En este caso el de las ideas y su aplicación en la práctica de quien fue el primer presidente de Tanzania y una de las figuras clave de la generación de independencias en África, Julius Nyerere.

Este maestro de escuela secundaria (mwalimu, en swahili, su apodo) comprendió que la base de la mejora local consistía en el retorno a la autenticidad, a la vida rural sencilla de la sociedad africana antes de la colonización, entendiendo que esta última en particular provocó un cataclismo sin precedentes. Entre varios de sus escritos, Ujamaa: base del socialismo africano (1962), destaca como una buena forma de explicar su filosofía que proyectó en un programa involucrando a toda la nación como primer mandatario de la ex Tanganica británica, independizada en 1961, y unida a Zanzíbar en 1964.

Ujamaa, un modo de vida

Del swahili, “familia extensa”, su autor explica que la vida comunal está en el germen de la esencia africana y que la irrupción europea trastocó ese modo de vida tradicional. En el escrito Nyerere apunta a que el socialismo, como la democracia, es en realidad una actitud mental.

Tanto el colonialismo como el capitalismo perturbaron esa actitud por lo que, al entender del líder, era necesario recuperar esa mentalidad. Tratándose de una doctrina de fraternidad, agrega que el hombre considera al otro como su hermano, como parte de una familia extendida sin importar su origen ni condición.

En el capitalismo, al contrario del socialismo africano, se busca la construcción de una sociedad feliz pero basada en la explotación de unos sobre otros. En el caso que ocupa, el objetivo es edificar un grupo humano en el que no haya ninguna clase de explotación. También criticó al socialismo científico porque en aquel veía conflicto entre las personas. En resumen, para Mwalimu el socialismo africano era la única elección racional para Tanzania y también en África.

El modelo tanzano de socialismo tuvo consecuencias de largo arrastre en el país. La doctrina Ujamaa funcionó como disparador de la Declaración de Arusha (febrero de 1967) que proyectó la aplicación directa de las ideas de Nyerere en su país, proceso que ocupó dos décadas en la que se crearon aldeas autosuficientes a las que buena parte de la población progresivamente fue obligada a desplazarse en uno de los movimientos rurales más grandes de la historia.

Complicaciones

En 1977, al cumplirse la primera década de la Ujamaa, Nyerere reflexionaba sobre la aplicación de la Declaración al decir que se habían expandido los servicios sociales básicos en las áreas rurales pero concluyó que quedaba mucho por hacer, aunque debía generarse mucha mayor riqueza, frente en el cual no se había sido del todo exitoso. En síntesis, el gobernante admitió que Tanzania aun no era ni socialista ni autosuficiente. Pero no se resignó.

Ese año también fue testigo de la creación del partido único Chama Cha Mapinduzi (CCM), “Partido de la Revolución”, un aspecto criticado del gobierno de Nyerere pues, como en otros sitios de África, atentó contra la democracia y el disenso. Dos años más tarde el derrocamiento de la salvaje dictadura de Idi Amin en Uganda provocó más críticas al mandatario por su costo y desatención de las cuestiones internas que ya daban indicios de inestabilidad y de una posterior crisis del proyecto Ujamaa.

A principios de la década de 1980, el proyecto de socialismo africano entró en una etapa crítica. Tanzania mostró un control desmedido del sector público y del gasto estatal, combinado con corrupción y una muy baja productividad. La crisis mundial de 1973 incidió en la debacle económica tanzana.

En cifras. Pese a la inversión en agricultura, el PBI del sector declinó entre 1965 y 1975 del 56% al 42%. Para 1984 el chelín tanzano se había depreciado en un 25%, producto de la crisis, y la inflación rondaba el 40%. Las reservas cayeron de los 281,8 millones de dólares en 1977 a apenas 20,3 en 1980.

Tras los primeros años luego de la independencia hubo euforia, en un clima generalizado que siguió a las independencias africanas. Sin embargo, pese a algunos progresos, el país mostró desorden a la larga en sus servicios más básicos, con escasez de alimentos y deterioro de la herencia colonial, por ejemplo, en la red de comunicaciones. Los retrocesos más grandes se vieron a partir de 1967.

En el campo, objetivo primordial de la transformación revolucionaria, el programa de aldeas comenzó a tambalearse ya que los campesinos las abandonaban. En suma, el proyecto se llevó a cabo con dificultad debido a la resistencia del campesinado a la coerción impulsora del sistema. En este último aspecto recayó una crítica muy dura a su ideólogo por impulsar prácticas autoritarias.

 

Fracaso reconocido

La crisis desató conflictos con Zanzíbar, en la que aumentaron las intenciones secesionistas. En 1984 Nyerere ordenó ocuparla para prevenir el separatismo y con ello sobrevino la renuncia del entonces presidente zanzibarí.

El programa mostró signos evidentes de desgaste y eso dio pie a una privatización del esfuerzo en pos del desarrollo y de la emergencia de una variedad de las ONG a lo largo de los años 80. El líder tanzano siempre se mostró contrario a los programas de ajuste y a la intervención de organismos internacionales de crédito, en particular la del FMI.

Al final, tras renunciar a la primera magistratura tanzana en 1985, en forma voluntaria (siendo el primer caso del África postcolonial), Nyerere admitió el fracaso del proyecto Ujamaa. En el momento de la sucesión no se pudo hacer mucho para mejorar la marcha de la economía pero, tras la renuncia presidencial, al menos se discutió abiertamente sobre el fracaso de la política del presidente saliente y los pasos a seguir. La salida sería la apertura del mercado, un programa de privatizaciones y el fin del monopartidismo.

La política seguida por Tanzania por más de veinte años mostró evidentes signos de fracaso en un clima de estancamiento económico y de mayoría de población viviendo en la pobreza. Lo anterior pese a que el programa de Nyerere contempló la obligación de acabar con todas las desigualdades producto del colonialismo. Sin embargo, la mayoría del campesinado continuó viviendo en condiciones similares a las de la era colonial o peores.

Cabe destacar que también hubo logros. Mejoraron la esperanza de vida (de 35 a 51 años), la escolarización, la alfabetización, descendió la mortalidad infantil, etc. Empero, el cumplimiento de los objetivos del socialismo africano quedó a medio camino. Y dichas mejoras en parte se dieron gracias al financiamiento externo, cuestión que el mandatario reprobaba por el valor de la autosuficiencia de su programa.

Aunque su proyecto parezca utópico, Nyerere fue fiel a sus ideas. Una vez dijo: “Pertenezco a una especie en vías de extinción que se resiste a renegar de sus ideales”. Otro aspecto que no se le puede rebatir es su honestidad. El día que el presidente renunció se cuenta que volvió a su casa en bicicleta, en prueba que, a diferencia de una parte considerable de mandatarios, no amasó una fortuna ni fue derrocado por una revolución o golpe militar. En Tanzania Mwalimu es venerado como un prócer pese a que nadie es perfecto.

(Israel, 1980) Historiador africanista argentino. Profesor y licenciado en historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Diversidad Cultural con especialización en estudios afroamericanos (Universidad Nacional de Tres de Febrero -UNTREF-). Docente, investigador y divulgador. La pasión por África me picó desde temprano, siempre crítico de la forma en que fui educado.

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