Somaliland despierta el interés de Taiwán y China

A priori, nadie diría que Somaliland y Taiwán tienen algo en común. Su distancia y su contexto convierten a estos dos países en realidades muy diferentes. Sin embargo, su pasado y su presente están entrelazados. Taiwán, también conocida como República de China, es un país al margen de la comunidad internacional tras perder frente a la República Popular de China la campaña por el reconocimiento y la representación oficial en las Naciones Unidas. Somaliland en un Estado de facto desde 1991, sin ningún tipo de reconocimiento oficial. Ambos países tienen algo en común: a ojos de las normas internacionales no existen. Pero eso no ha impedido que hayan logrado salvar las dificultades (con enormes diferencias, claro está) y crear lazos con otros actores internacionales.

Cualquiera podría preguntarse a qué vienen estos antecedentes, cuando ya hemos dicho que estos dos países no tienen nada que ver. Pues lo tienen. El interés de Taiwán en el Cuerno de África en general, y en Somaliland en particular, ha levantado ampollas en la cancillería de Pekín. Somaliland y Taiwán, además de existir en una especie de limbo, comparten un profundo respeto a la democracia y la libertad, y un objetivo común: alcanzar la autodeterminación real y el reconocimiento internacional. Si bien, existe una diferencia, Taiwán es reconocida por algunos países como Belice, Honduras y Haití, y en África, el único país que lo reconoce es Eswatini; por el contrario, Somaliland no ha sido reconocido por ningún Estado.

La cercanía entre estos dos Estados no reconocidos ha acercado también a Somalia y a China. Ambos países se enfrentan a una amenaza secesionista de lo que consideran es una parte inalienable de su territorio. Si bien, las relaciones entre estos dos actores tienen décadas de recorrido y se pueden retrotraer a 1971. En ese año, la República Democrática de Somalia, dirigida por el socialista Siad Barre, apoyó a la República Popular de China en su lucha por conseguir un asiento en las Naciones Unidas, perdiendo la actual Taiwán su reconocimiento internacional y su puesto en el Consejo de Seguridad. Somalia ha reconocido siempre la política One China, negando la existencia de Taiwán como Estado independiente. A cambio, este país del lejano oriente no reconoce a Somaliland y defiende la integridad territorial somalí. En los últimos años, los vínculos se han ido estrechando, en línea con la política de China en África, especialmente con el lanzamiento del polémico proyecto chino de la ruta de la seda del siglo XXI, conocido como One Belt, One Road (OBOR) y cuyo plan pasa, precisamente, por el estrecho de Berbera, en el norte de Somalia.

Vista de la capital de Somaliland | RETLAW SNELLAC
Vista de Hargeisa, capital de Somaliland | RETLAW SNELLAC

Las alarmas saltaron en la cancillería china el pasado verano de 2020, cuando Taiwán y Somaliland firmaron un acuerdo de cooperación anunciado el 1 de julio. Ambos territorios establecieron ya relaciones desde 2009, cooperando en varias áreas como seguridad marítima, sanidad y educación. Sin embargo, la firma del tratado del pasado año supuso un cambio fundamental: además de ampliar las áreas de interés común, como agricultura, energía, pesca, minería, información y comunicaciones, el acuerdo incluía la apertura de oficinas de representación en ambos países y el potencial establecimiento de una base militar de Taiwán en el territorio somalilandés. Recientemente, en marzo de 2021, los dos países han firmado también un plan conjunto en materia de tecnología de la información, destinado a mejorar la digitalización del Gobierno de Somalilandia.

La reacción de Pekín en verano de 2020 no se hizo esperar e intentó evitar por todos los medios que el acuerdo llegara a buen puerto. Una delegación china, encabezada por el ministro de asuntos exteriores, Wang Yi, se reunió con representantes de Somaliland con la promesa de invertir en infraestructuras, proyectos de desarrollo y la inauguración de una oficina de enlace con Hargeisa a cambio de que el acuerdo con Taiwán se rompiera. Igualmente, Pekín advirtió al pequeño país no reconocido de los peligros de seguir estrechando lazos con la isla asiática, en lo que se conoce como wolf warrior diplomacy que se caracteriza por un tono diplomático, en ocasiones, agresivo. El presidente de Somaliland, Muse Bihi Abdi, para sorpresa de China, rechazó su ofrecimiento y la oficina de Taiwán se abrió el 17 de agosto en Somaliland.

China y Taiwán han iniciado una carrera por ampliar su influencia en Somaliland, espacio estratégico por el que pasa el 12% del comercio marítimo mundial

Pero, ¿a qué se debe el rechazo a una de las principales potencias mundiales por parte de un Estado que ni siquiera cuenta con reconocimiento internacional? En primer lugar, las autoridades de Hargeisa temen un excesivo endeudamiento con el capital chino, en lo que se conoce como “la trampa de la deuda”, como ha ocurrido en otros países. Somaliland es consciente de que China difícilmente aceptará su reconocimiento, teniendo en cuenta su problema en relación con la isla de Taiwán. Además, China firmó en 2018 un acuerdo de pesca industrial con el Gobierno de Somalia que incluía las aguas de Somaliland y, desde entonces, ha estado explotando, sin el consentimiento de las autoridades de Hargeisa, las aguas del Golfo de Adén, lo que ha complicado las relaciones entre ambos actores. Por último, Somaliland es consciente de que Taiwán ofrece un vínculo entre iguales, basado en el respeto mutuo, sin ayuda condicionada, ni presión para obtener acceso a los puertos y los recursos naturales. Ambos países, como ya mencionamos, tienen objetivos comunes y sus estructuras políticas (con amplias diferencias) defienden un sistema democrático.

China y Taiwán han iniciado, por tanto, una carrera por ampliar su influencia en Somaliland, un espacio estratégico en relación a la ruta del Mar Rojo y el estrecho de Bab el-Mandeb por el que pasa el 12% del comercio marítimo mundial, y un oasis de estabilidad en la región, siendo uno de los pocos territorios somalíes que consiguió alejar los fantasmas de la guerra y limitar la violencia en su territorio. China parte en clara desventaja porque estrechar los lazos con Hargeisa implicaría un alejamiento de Mogadiscio, con quien, en los últimos años, ha compartido intereses comunes, especialmente en lo relativo al comercio y la pesca industrial. El rechazo de Somaliland al acuerdo chino también representa un punto de inflexión ya que Taiwán ha logrado aumentar su presencia en el Cuerno de África, precisamente en un espacio clave para el proyecto de la ruta de la seda de China. En cualquier caso, la carrera por el favor de Hargeisa no ha finalizado y es poco probable que Pekín abandone su aspiración sobre Somaliland y la posibilidad de reducir la presencia taiwanesa en la región.

(Valladolid, 1990) Soy licenciado en Historia y sigo estudiando para, algún día, ser antropólogo. Actualmente trabajo en la Universidad de Valladolid como investigador predoctoral, donde estoy realizando mi tesis sobre el papel de los actores externos en la reconstrucción de Somalia. Suena muy técnico y muy recto pero, en realidad, soy un auténtico desastre. Bautizado por mis padre como un culo-inquieto, descubrí África cuando pisé por primera vez Zambia. Sin embargo mi corazoncito sigue repartido en diferentes países del África Oriental. Soy un amante empedernido de la historia, la política, los movimientos sociales, las culturas y cualquier forma de expresión artística. Creo firmemente en la difusión de información y conocimientos, por eso colaboro en proyectos como Wiriko o Africaye.

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