Il n’y aura pas de Burkina Faso à Kinshasa, arrêtez de rê L’opposition n’imposera pas son rythme aux institutions. »
Siguiendo una compleja dinámica en la región, el presidente de la República Democrática del Congo (RDC), Joseph Kabila, está intentando quedarse en el poder más allá de los dos mandatos previstos en la Constitución. Desde hace más de un año, la oposición política, la iglesia católica y los movimientos ciudadanos están haciendo todo lo posible para impedirlo y empezar así una verdadera alternancia democrática en el país. Hoy día, Moïse Katumbi, ex Gobernador de Katanga y “auto reelegido” candidato presidencial independiente, parece representar el símbolo de esta batalla por la democracia. Apoyado por una larga coalición política y convertido en mártir por las persecuciones policiales, Katumbi contribuye a dar voz y visibilidad a la crisis. Sin embargo, dejar que la lucha contra la perpetuación de Kabila en la presidencia se resuma en un único, aunque carismático, líder político le haría perder su carácter original de movimiento civil y la convertiría en un juego entre élites.
La estrategia presidencial de glissement
La actual crisis política congolesa comienza a finales de 2014, cuando el gobierno propuso modificar la ley electoral incluyendo un censo obligatorio que retrasaría inevitablemente el proceso y permitiría al presidente Kabila quedarse en el poder más allá de 2016. Los partidos de la oposición, junto a la influyente iglesia católica, movilizaron a la opinión pública al respecto, especialmente por el límite de dos mandatos presidenciales. En enero de 2015, las protestas culminaron en manifestaciones tanto en Kinshasa como en las principales ciudades del país, las cuales fueron violentamente reprimidas por la policía. Según la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) sólo en Kinshasa se contabilizaron 42 muertos en pocos días.
Aunque tuvo que renunciar al proyecto de ley electoral, Kabila siguió con su estrategia de glissement (entendido como el proceso de hacerlo deslizar pero sin bloquearlo). Mientras sus homólogos en República del Congo y Ruanda optaban por celebrar un referéndum para cambiar la Constitución y legitimar así su tercer mandado, el presidente congolés se dio cuenta que habría podido llegar al mismo resultado solo movilizando diversos frentes. De un lado, la nominación de personas cercanas a la Corte Constitucional y en la Comisión Electoral (CENI) le permitió ejercitar un cierto control sobre estas dos importantes instituciones. Del otro, la nueva partición administrativa que en junio 2015 dividió el país en 26 provincias en lugar de 11, hizo saturar el calendario electoral con las elecciones de los nuevos Gobernadores.
A pesar de las presiones de la comunidad internacional (especialmente, Naciones Unidas y la Unión Africana) para el respeto del calendario electoral y contra el tercer mandato presidencial, el gobierno congolés de Kabila no parecía dispuesto a cambiar su línea política. En consecuencia, una parte de la coalición que forma la mayoría gubernativa se distanció del presidente en noviembre 2015 y se constituyó en un colectivo diferenciado, conocido como G7. En paralelo, la comunidad internacional exhortó a Kabila a poner fin a la crisis política instaurando un diálogo nacional inclusivo con los partidos de la oposición, que nunca llegó a iniciarse.
Las reacciones de la sociedad civil congoleña
Mientras a nivel gubernamental se intentaban las negociaciones, la sociedad civil congoleña se iba movilizando en las calles y en las redes sociales. En las principales ciudades del país, asociaciones de ciudadanos se fueron organizando para oponerse a la violación de la limitación constitucional en torno a dos mandatos presidenciales. El fantasma de las décadas de dictadura de Mobutu, concluidas con dos guerras sangrientas, se volvió más claro que nunca.
Kabila accedió al poder tras la muerte de su padre y fue confirmado presidente solo cinco años después, en 2006, tras las primeras elecciones libres en el país en 40 años. En la última década, las instituciones congoleñas se fueron acercando lentamente a un sistema democrático, a pesar de la corrupción difusa y de la presencia constante de grupos armados en el este. Hoy en día, la población no quiere enfrentarse con otra dinastía en el poder, especialmente en una época en la cual el crecimiento económico se ha ido desacelerando.
En este entorno, se crearon movimientos como la LuCha (Lutte pour le Changement), una asociación ciudadana y no violenta conformada por la juventud congoleña que se ha convertido en uno de los emblemas de la protesta civil tras el arresto de tres militantes durante manifestaciones pacíficas en noviembre 2015 y en marzo 2016. Bajo el mismo espíritu, nacieron las iniciativas de ville morte, la última de las cuales paralizó las mayores ciudades del país.
Aunque una parte importante del país, la más rural y remota, quede excluida de estas iniciativas, la sociedad civil congoleña se está constituyendo como una sólida y madura fuente de oposición al poder central a pesar de la intensa represión policial. Otro ejemplo reciente de su vigor se encuentra en las manifestaciones en la provincia de Kivu Norte para denunciar la responsabilidad del ejército en las masacres de civiles en la localidad de Beni.
La entrada en juego del contendiente
Moïse Katumbi fue elegido gobernador de Katanga, una provincia próspera y rica en minerales al sureste del país, en 2007. Rico empresario de la región, dueño del popular club de futbol local (el TP Mazembe), y considerado un hombre hecho a sí mismo gracias a los subcontrates mineros, se ha destacado por mejorar las condiciones económicas y sociales en su provincia y ha ido ganando una fuerte popularidad progresivamente dentro y fuera del país. Después de muchas declaraciones a favor del respecto a la Constitución, en septiembre de 2015 Katumbi dejó su puesto de gobernador y su cargo en el partido de Kabila, del cual formaba parte y que había apoyado durante las precedentes elecciones. Con el apoyo del grupo del G7 y muchas simpatías internacionales, Katumbi se presentó oficialmente como candidato a las presidenciales el pasado 4 de mayo 2016. El mismo día, su residencia fue circundada por la policía y días más tarde, el 19 del mismo mes, se lanzó un mandato de arresto contra el acusado de reclutar mercenarios extranjeros.
Con su entrada en el juego electoral, la oposición al tercer mandado de Kabila encontró su símbolo, por lo que el movimiento ciudadano se volvió progresivamente al servicio de la causa del ex gobernador. Un ejemplo muy reciente lo encontramos cuando Kalumbi fue llamado a declarar por el fiscal de Lubumbashi por unas presuntas acusaciones de haber reclutado mercenarios para desestabilizar el país. El 9 mayo, una multitud se movilizó en las calles de la ciudad para mostrar, de un lado, el apoyo al candidato presidente y, del otro, la resistencia a las amenazas y a la represión policial. El hecho que Kabila se aproveche del poder judicial y ejecutivo para eliminar a su contendiente, está polarizando el debate, simplificándolo y dándole visibilidad mediática. La crisis política que los congoleños están viviendo desde hace más de un año se está transformando en un duelo entre Kabila y Katumbi.
La batalla por la democracia
El riesgo que el movimiento civil de defensa de la constitución acabe instrumentalizado en este juego de poder es muy elevado, lo que traicionaría su propia naturaleza y origen. Como se mencionaba, más allá de la llamada a la movilización de los partidos de oposición, lo que hizo bajar a la calle a miles de jóvenes congoleños es la amenaza de volver a un poder que se perpetua en las manos de una sola persona, de su familia y su entorno, así como del riesgo de ver desaparecer en poco tiempo una democracia nacida muy lentamente en los últimos diez años.
Es importante que la sociedad civil congoleña no olvide las razones profundas de su indignación frente a un tercer mandato del presidente Kabila. Si bien Katumbi es un líder carismático y popular, pero el ex gobernador tiene que seguir siendo solo una herramienta de la protesta popular, que sirva para armonizarla y ampliar su voz dentro y fuera del país. Solo de esta manera, los congoleños podrán llegar a cumplir uno de los ejercicios democráticos más difíciles de su historia reciente y conseguir una verdadera alternancia en el poder.
Foto: Moise Katumbi