La Organización para la Unidad Africana nació el 25 de mayo de 1963 y su fundación fue considerada todo un éxito. Todos los países africanos independientes se unieron a este proyecto continental, sumando un total de 32 estados. Sin embargo, como suele ocurrir después de una larga celebración, la OUA se despertó al día siguiente con una perspectiva poco halagüeña. A pesar de su triunfo inicial, esta organización nacía en un contexto difícil bajo las consecuencias de la Guerra Fría y se enfrentó, desde el momento mismo de su fundación, a diferentes obstáculos que pusieron en entredicho su efectividad.
Varios dirigentes africanos firman la Carta Fundacional de la OUA el 25 de mayo de 1963 | Wikipedia
El debate sobre las fronteras africanas
El primer problema al que se enfrentó la OUA fue el debate sobre la sacralidad de las fronteras. Aunque todos los países africanos habían firmado la Carta Fundacional de la OUA, cuyo Artículo 3 ratificaba el respeto a las fronteras heredadas de la colonización, hubo dos países que no aceptaron ese acuerdo. Marruecos, que estaba en contra de respetar las fronteras demarcadas con Argelia, y Somalia, cuyo proyecto nacional, la “Gran Somalia”, aglutinaba a poblaciones de Yibuti, Etiopía y Kenia, se enfrentaron duramente a esta norma continental. Un ejemplo de este desacuerdo fueron los reproches entre el presidente de la República de Somalia y el Primer Ministro etíope que tuvieron lugar en la misma sesión inaugural de la OUA. Aunque el debate estaba ganado de antemano por la posición favorable a defender las fronteras, lo cierto es que este tema generó una enorme brecha en dos regiones del continente y el debate nunca llegó a cerrarse.
Guerras entre estados hermanos
A este conflicto verbal, que surgió en el seno de la organización, le siguieron una serie de conflictos armados que pusieron en entredicho la estabilidad regional y la idea de la unidad africana. En octubre de 1963, solo unos meses después de su fundación, la OUA vio cómo su objetivo de paz se deshacía en la llamada Guerra de las Arenas. Este conflicto, que duró poco más de un mes, se generó por los deseos expansionistas de Marruecos sobre dos provincias argelinas: Tinduf y Béchar. Igualmente, a finales de ese año, estallaba un nuevo conflicto entre Kenia y Somalia. La Guerra de Shifta, que fue un conflicto civil dentro del estado keniano, pero que contó con una activa participación de Somalia, se alargó hasta 1967. Por último, en enero de 1964 surgía otro conflicto, más breve, entre Somalia y Etiopía. Ambas guerras fueron una respuesta de Somalia ante la negativa de esos países y de la OUA a negociar la alteración de las fronteras.
Todos estos conflictos crearon un shock en la OUA que, en menos de un año, había visto cómo cinco de sus miembros se enfrentaban militarmente. Al ser consciente de que esas disputas podían reproducirse e, incluso, podían surgir nuevas guerras, se decidió crear una Comisión de Mediación, Conciliación y Arbitraje en la cumbre de El Cairo, en 1964. A pesar de las buenas intenciones por crear un espacio para la resolución de conflictos, lo cierto es que su resultado fue mediocre, ya que no consiguió poner fin a la Guerra de Shifta y, tan solo una década después, Somalia se embarcó en una nueva aventura militar contra Etiopía en la Guerra del Ogaden (1977-1978). Igualmente, la OUA tuvo que enfrentarse en 1967 no ya a una guerra entre estados, sino a una guerra civil: entre 1967 y 1970, se desarrolló la terrible Guerra de Biafra.
La Guerra Fría y el rol de las potencias globales
La intervención extranjera también se convirtió en un auténtico quebradero de cabeza. Aunque la OUA exigía de forma constante que los grandes poderes globales frenaran su intervención y advertía a los países africanos de los peligros de alinearse con uno u otro bando, lo cierto es que tanto Estados Unidos como la URSS y China aumentaron su influencia durante la década de 1960. Al calor de las independencias, fueron moviendo ficha para lograr aumentar su presencia en el continente, generando una grieta entre los diferentes estados africanos. A pesar de que ciertos países se mantuvieron neutrales bajo el Movimiento de los Países No Alineados, lo cierto es que hubo espacios que sufrieron severamente las consecuencias del intervencionismo extranjero, como el Cuerno de África, el África Central y el África Austral. Esa división acabó dificultando el objetivo de “intensificar la cooperación entre estados africanos” que la OUA defendía también en su Carta.
Haile Selassie (izqda.) junto a Gamal Abdel Nasser en 1963 | British Pathé
El interminable proceso de descolonización
A los conflictos de la década de 1960, se unió otro problema para el que, precisamente, se había fundado la OUA. En 1963 aún existían colonias dominadas por España, Portugal, Reino Unido y Francia. Aunque algunas de ellas, como Kenia, Malawi y Zambia, consiguieron la independencia meses después, lo cierto es que hubo enclaves donde los poderes europeos lograron alargar el proceso de descolonización: Francia no se retiró de Comoras hasta 1975 y lo hizo parcialmente, ya que Mayotte sigue siendo hoy en día un territorio ultraperiférico francés; y Yibuti no se independizó hasta 1977. Igualmente, Portugal mantuvo guerras coloniales en Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y Cabo Verde y no reconoció su independencia formalmente hasta 1974. Aunque la OUA contó con el apoyo de grandes foros internacionales como la ONU y el rechazo de la mayor parte de países del mundo, lo cierto es que el proceso de descolonización se prolongó durante décadas y los países europeos hicieron oídos sordos a sus exigencias. En la década de 1960, a pesar de los éxitos conseguidos, pronto se vio que muchos procesos se estaban enquistando y que su descolonización definitiva tardaría en producirse.
Los regímenes blancos
A la presencia europea, se unió una cuestión mucho más grave. En África Austral, los gobiernos blancos habían consolidado sus sistemas políticos segregacionistas. En Sudáfrica (y Namibia) el régimen del apartheid estaba plenamente afianzado desde la década de 1950 y la segregación pasó a ser un hecho “cotidiano”. El dominio de la minoría blanca era total en Sudáfrica, pero también lo fue en Rodesia, donde Ian Smith, ante el peligro de que la administración británica otorgara el gobierno a la mayoría negra, decidió declarar unilateralmente su independencia de Gran Bretaña y mantener un sistema segregacionista en 1965. Los esfuerzos de la OUA para derribar ambos regímenes fueron constantes y, desde su nacimiento, trató de frenar cualquier tipo de apoyo externo a Sudáfrica y a Rodesia, con éxitos mediocres.
Así, al poco de fundarse, la OUA tuvo que hacer frente a conflictos internos, a la presencia de colonias, los regímenes blancos y la creciente influencia de las potencias mundiales en el continente con el alto peligro que eso suponía para la estabilidad africana. Todo ello sentó unos enormes obstáculos para una entidad regional recién nacida y que representaba el primer proyecto de integración (sigue siendo motivo de debate el alcance de ese proceso) del continente. El rol de esta organización fue clave en los procesos de descolonización pero, sin duda, los años inmediatamente posteriores a su nacimiento no estuvieron faltos de obstáculos que ralentizaron su capacidad de acción y prolongaron la colonización en el continente hasta la década de 1990.