Somaliland lleva varias décadas buscando un reconocimiento internacional que no acaba de llegar. Desde su independencia unilateral en 1991, este enclave es un estado independiente de facto, al que, por el momento, ningún país del mundo se ha atrevido a reconocer. Sin embargo, esta situación en el “limbo” no ha impedido a varios actores internacionales, como la Unión Europea (UE), mantener relaciones con el gobierno de Hargeisa.
El expresidente Ibrahim Egal, que gobernó el enclave entre 1993 y 2002, apostó fuerte por el mantenimiento de la estabilidad y la democratización como dos requisitos indispensables para alcanzar el reconocimiento. La UE, a pesar de que no reconoce el estatus independiente del país, se ha acercado a Somaliland por la relativa estabilidad que ha convertido la región en uno de los pocos remansos de paz en el Cuerno de África.
El reconocimiento de Somaliland a debate en la UE
La UE tiene una posición muy clara sobre el reconocimiento de Somaliland. Hasta que no se decida una solución definitiva en los foros regionales y continentales, no se tomará una decisión. Esto es especialmente relevante ya que algunos miembros del club europeo, como Francia, Reino Unido o Italia, tienen a sus espaldas un pasado colonial en la región y la UE pretende evitar a toda costa que señalen su política externa como intervencionista y neocolonialista.
Así, se ha optado porque el debate se desarrolle en el seno de la Unión Africana (UA). En principio, la UA es bastante reticente a apoyar procesos de independencia, ya que eso podría abrir la caja de Pandora en otras regiones del continente que también aspiran a la independencia. Algunos países africanos son más proclives a apoyar al gobierno de Hargeisa, pero ninguno ha dado el paso. Especialmente llamativo es el caso de Etiopía, que mantiene estrechas relaciones con Somaliland desde 1993 y que declaró incluso que Addis Abeba sería el segundo gobierno del mundo en reconocer oficialmente el estado de Somaliland. Sin embargo, el temor a que los gobiernos regionales le tilden de intervencionista, ha lastrado esta opción. Otros países como Yibuti, Sudáfrica o Sudán del Sur, además de cooperar con Hargeisa, han reconocido incluso el pasaporte somalilandés, un claro guiño a futuros acuerdos.
La UE por su parte, aunque tiene claro que no va a reconocer a Somaliland, tiene una división interna ya que algunos de sus países miembros sí que han dado pasos hacia el reconocimiento. Por ejemplo, Bélgica y Reino Unido también reconocen el pasaporte del país, aunque no han sido muy claros sobre si sus gobiernos reconocerían oficialmente su independencia. Además, de estos dos países, Francia y Suecia, cuentan también en su país con representación oficial de Somaliland.
Precisamente, el país que más se ha acercado es sin duda Suecia, cuyo Parlamento inició en 2017 un debate sobre este tema apoyado por el Comité Somalilandés de Suecia. El otro gran valedor de la causa de Somaliland en la UE ha sido Reino Unido, que tiene un pasado común con este enclave del Cuerno de África ya que Somaliland fue una colonia británica. Si bien, el apoyo por el momento ha sido meramente económico. Por último, tanto Bélgica como Países Bajos han tratado de actuar como intermediarios entre los gobiernos de Mogadiscio y Hargeisa, ya que entienden que sin un acuerdo previo entre ambas partes, resulta inútil iniciar un proceso de reconocimiento internacional. Ali Aden Awale, jefe de la delegación de Somaliland en Reino Unido, entrevistado por Africaye, hizo referencia a las relaciones con la UE, confirmando el apoyo esencial del club comunitario en cuestiones económicas y revelando la falta de soporte en el ámbito político.
Hargeisa. Foto de Trsitam Sparks
¿Qué está haciendo la UE en Somaliland?
Bruselas lleva casi dos décadas colaborando con los gobiernos de Hargeisa a través de diferentes políticas. El interés de la UE en Somaliland se basa en su situación geoestratégica clave en el golfo de Adén, por donde pasan los flujos comerciales marítimos que unen Europa con Asia, pero también en la lucha antiterrorista que ha resultado muy efectiva en la región y la lucha contra la piratería, que entre 2008-2014 trajo de cabeza a las potencias mundiales.
Por eso mismo, el club europeo está reforzando los lazos con el enclave a pesar de que no lo reconoce como un actor estatal. ¿Cómo ha resuelto esta contradicción la UE? Alegando que colabora con las autoridades regionales, es decir, la UE mantiene que Somaliland sigue siendo una parte más de Somalia.
Una de las principales políticas que se ha lanzado es la colaboración militar a través de dos misiones: Navfor-Atalanta y EUCAP-Somalia. La primera se centra en la protección de las aguas del golfo de Adén y la segunda, que es una misión civil, tiene como objetivo la formación de profesionales y el desarrollo de buenas relaciones entre los estados vecinos para un mejor control de la situación marítima. De hecho, el puerto de Berbera se ha convertido en uno de los principales centros logísticos de esta misión en la región. Además, la UE está financiando importantes proyectos de desarrollo en Somaliland, especialmente en lo relativo a infraestructuras, como la expansión del equipamiento para agua corriente. La otra gran apuesta de Bruselas ha sido el desarrollo agropecuario, apoyando cooperativas y asociaciones de granjeros y campesinos, ya que se calcula que al menos 6.500 trabajadores se han beneficiado de estas inversiones.
Puerto de Berbera. Foto de Lakmi00
La UE ha mostrado una clara preocupación por la reducción del desempleo, especialmente el juvenil, con proyectos de creación de trabajos a pequeña escala y en empresas medianas. Tanto la UE como el gobierno de Hargeisa son conscientes del peligro que supone tener una masa de jóvenes desempleados, cuyo descontento puede derivar en peligros como las actividades piratas o el terrorismo.
Igualmente, la ayuda proyectos educativos y sanitarios se han convertido en el pilar de las relaciones UE-Somaliland. En relación a la educación, ambos actores han centrado su acción en tres ejes: construcción y mantenimiento de estructuras básicas como colegios y baños adaptados a las necesidades de las niñas, aumentar el número de estudiantes en las aulas y mejorar la calidad de la educación. Se calcula que en la última década se han formado al menos 180.000 estudiantes y se han construido 31 nuevas escuelas, se han rehabilitado 167 aulas y se han edificado 194 lavabos y 30 espacios adaptados para las niñas.
En cuanto a sanidad, Bruselas lanzó, en colaboración con el gobierno, el denominado Consorcio de Soluciones Duraderas para Somaliland cuyo objetivo clave era aumentar el acceso a la sanidad más básica para las personas en riesgo de exclusión, dirigido a unas 30.000 personas vulnerables, con necesidades especiales, desplazadas internas y refugiadas. Otro de los sectores a los que se han dirigido las políticas sanitarias es a las madres. Esto es esencial en un espacio donde más de la mitad de las mujeres dan a luz sin el apoyo de profesionales capacitados y con un enorme riesgo de muerte durante el alumbramiento. Desde su creación en 2011 este proyecto ha ayudado al menos a 2.800 madres.
El último gran pilar de las relaciones UE-Somaliland, es la defensa de la democracia y el buen gobierno, especialmente relevante si tenemos en cuenta que desde 1969 ninguna región de Somalia había vuelto a organizar un proceso electoral libre. Somaliland inició su proceso de democratización una vez la reconstrucción del país estaba apuntalada. Desde el año 2001 se ha celebrado un referéndum constitucional, elecciones municipales, presidenciales y parlamentarias, y aunque han existido algunos obstáculos, en general se considera que han sido procesos libres y bien organizados. Bruselas ha aportado una importante cantidad de recursos económicos para consolidar el proceso de democratización y se calcula que ha contribuido con 450.000€ desde entonces, a lo que se sumó el patrocinio individual de Dinamarca con 125.000€, Reino Unido con 60.000£, Países Bajos con 50.000€ y Finlandia con una aportación de 10.000€. Igualmente, se han organizado diferentes misiones de observación junto con organizaciones locales y la sociedad civil, que son, a fin de cuentas, los protagonistas.
La UE es consciente de sus límites. El apoyo a Somaliland para apuntalar la estabilidad no sólo del enclave, sino de toda la región, es esencial. La lucha contra el terrorismo, la democratización del país, la cooperación al desarrollo y la consolidación de servicios básicos como educación y sanidad son los pilares para que el país continúe por la senda de la estabilidad. No obstante, la Unión Europea no puede decidir sobre la independencia del país y cualquier opción debe quedar a la espera de que se tome una solución definitiva en el seno de la UA y se cuente con el beneplácito de los estados vecinos. Hasta entonces, Bruselas puede seguir apoyando en materia económica y en cooperación, pero ir más lejos, sería pasar una línea roja con consecuencias inciertas.
Foto de portada: ONU / Ilyas Ahmed