Durante el tradicional discurso ante la nación, con el que se celebraban los 58 años de la independencia de Costa de Marfil el pasado 7 de agosto, el jefe de Estado, Alassane Dramane Ouattara, anunció, ante la sorpresa general, la amnistía de más de 800 personas perseguidas por la justicia a causa de la crisis poselectoral que el país sufrió entre 2010 y 2011. Más chocante aún fue escuchar entre los nombres de los amnistiados el de la exprimera dama, Simone Ehivet Gbagbo, esposa de Laurent Gbagbo, actualmente recluido en las celdas del Tribunal Penal Internacional, en La Haya, a la espera de veredicto.
La amnistía de Ouattara llega siete años después del final de la crisis postelectoral y tiene como objetivo declarado acelerar el proceso de reconciliación y suavizar una situación de tensión que reina en la política de Costa de Marfil. Se produce, además, tras reiteradas denuncias de una justicia de los vencedores y cuando se rumorea que un informe de los embajadores de la Unión Europea pone en entredicho la democracia (débil), los esfuerzos por la reconciliación (inexistentes) y el crecimiento (no inclusivo) y recomienda no apoyar ciegamente al régimen de Ouattara.
El anuncio de la amnistía fue recibido con alegría, especialmente, entre los partidarios del antiguo régimen, y difundido masivamente en los medios nacionales e internacionales. Sin embargo, con su discurso del Día de la Independencia, más allá de inscribir su nombre entre los estadistas africanos que reconocer en el futuro, lo que Ouattara logró fue ocultar la cuestión principal que ocupa las mentes de los marfileños: tras prometer a la opinión pública que no presentaría su candidatura a las elecciones de 2020 y sin un reemplazo aparente, el conflicto entre los posibles sucesores dentro de su partido parece garantizado y surge una sombra de duda sobre su promesa.
El “tercer” mandato que divide
Durante una entrevista, Ouattara contestó así sobre su sucesión: “La nueva constitución me permite cumplir dos mandatos a partir de 2020. No tomaré la decisión hasta entonces, dependiendo de la situación en Costa de Marfil. La estabilidad y la paz son lo primero, incluso antes que mis principios”.
Ante su respuesta, opinión pública y oposición expresaron su desaprobación por lo que consideran un “tercer mandato”, tras declararse vencedor en los comicios de 2011 y 2015 y aunque, desde un punto de vista estrictamente constitucional, no se trataría de la tercera presidencia de Ouattara al frente del país.
Desde el año 2000, las distintas constituciones marfileñas estipularon que el presidente electo tiene derecho a “un mandato de cinco años, renovable solo una vez”. Sin embargo, Ouattara impulsó por la vía expedita un cambio constitucional que se hizo efectivo en octubre de 2016 y significó la aparición de una nueva república, aboliendo todas las disposiciones de la antigua y poniendo, de facto, el marcador de los mandatos presidenciales a cero.
A pesar de su legalidad, este hipotético “tercer” mandato es polémico por varias razones.
Por un lado, parte de los marfileños consideran que Ouattara debería dejar el poder cuando sigue siendo bastante popular o antes de que un escándalo ensucie el trabajo que ha hecho. Desde su llegada al poder, los datos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las instituciones financieras internacionales indican un crecimiento sustancial de la economía marfileña. Además, nuevas infraestructuras han sido construidas o terminadas, como sucede con el puente Félix Houphouët Boigny y varias carreteras.
Otro sector de la población, más o menos vinculado al partido socialista (Frente Popular Marfileño, FPI), le responsabiliza de los acontecimientos violentos del pasado reciente del país. Especialmente, del golpe de Estado de 1999 y de la rebelión armada que condujo a la guerra (2002 y 2011). Esa parte de la ciudadanía considera que, con tal de alcanzar el poder, Ouattara ha pasado sobre muchos cadáveres marfileños y que debería darse por satisfecho con estos nueve años y dejar la presidencia cuando se acabe su segundo mandato.
Una tercera parte de la población tiene ambiciones políticas y se ven frenados por su fidelidad a Ouattara si este se proclama candidato en 2020.
En último lugar, al contrario de lo esperado, la mayor oposición a una nueva candidatura de Ouattara proviene de sus propios socios, el PDCI, para quienes esta hipotética candidatura es una verdadera traición.
La candidatura de 2020, un “dilema corneliano” para Ouattara
Si bien presentarse para un nuevo mandato es legal, el carácter legítimo de esta acción se puede poner en duda.
Ouattara afirmó querer pasar el testigo a una nueva generación de políticos en varias ocasiones este año, citando ejemplos de líderes jóvenes como el presidente galo Emmanuel Macron. Sin embargo, esta declaración de intenciones queda vacía cuando deja planear una duda sobre su participación en las próximas elecciones.
Según los expertos, esta situación confusa se explicaría por varios factores.
En primer lugar, una de las razones que empuja al jefe del Estado a seguir en el poder es una cuestión de seguridad personal. Esta hipótesis es defendida por el economista Mamadou Koulibaly, presidente de la Asamblea Nacional marfileña entre 2001 y 2010 y líder del partido de izquierdas LiDer, quien opina que la intención de presentarse es una vía para no responder ante la justicia por algunos abusos de su administración.
Según Mamadou Koulibaly: “Ouattara se da cuenta de que, en 2020, su poder acabará. Así que ya no duerme, porque se pregunta quién puede garantizar su patrimonio y piensa que la única persona que puede garantizar sus logros es él mismo. Tiene demasiadas cuentas pendientes: los 500.000 millones de cacao, la sobrecarga de la universidad, la deuda, el puente, los 100.000 millones para los amotinados … Éste es el gran problema de Ouattara. Es lo que justifica el tercer mandato, porque sabe que el día en que Koulibaly sea presidente de la República, tendrá que rendir cuentas”.
En efecto y a pesar de los logros que puede atribuirse, también se han sucedido escándalos que ensucian la imagen de la administración Ouattara. Por mencionar algunos: los contratos dudosos formalizados para la construcción del tercer puente de Abiyán, bautizado puente Henri Konan Bedié; la fuente de los fondos usados para pagar a los exrebeldes que se amotinaron en 2017 y la gestión muy opaca de la venta del cacao, materia de la que el país es el primer productor y exportador. Por todas estas cuestiones, con la llegada de otro al poder y la pérdida de su inmunidad, la justicia podría empezar a investigarlo y Ouattara no se puede fiar de nadie más que de él mismo.
Además, Ouattara no tiene un sucesor capaz de imponerse ante las facciones que dividen su partido, el RDR, y de juntarlas para ir a las elecciones en un frente común. De hecho, su partido nunca ha preparado su sucesión.
En tercer lugar, una de las grandes preocupaciones de Ouattara es su falta de confianza en Bedié y el PDCI. A pesar de la alianza que les une desde 2005, la relación entre ambos es una de las más complicadas de la vida política marfileña y Ouattara no puede estar totalmente seguro de que, una vez alcance el poder, el PDCI no volverá a reeditar prácticas autoritarias del pasado, cuando fue presidente del país entre 1993 y 1999, luchó brutalmente contra toda forma de contestación a su poder y puso en pie la xenófoba “ivoirité”.
Así, a través de su discurso, Ouattara tuvo la oportunidad ideal de asestar tres golpes de una vez. En primer lugar, ganar prestigio, imponiéndose como el verdadero “reconciliador” de la nación marfileña y respondiendo al informe de los embajadores de la Unión Europea. En segundo lugar, debilitar a su antiguo aliado y nuevo rival, Bedié. Y en tercer lugar y sobre todo, hacer olvidar – probablemente de manera temporal- sus intenciones con respecto a su futuro político. Se puede decir que, en la vida de la nación marfileña, ha habido un antes y un después del 6 de agosto de 2018.
Autor: Dagauh Gwennael Gautier Komenan (Yamusukro, Costa de Marfil, 1989) es historiador formado en la Universidad Félix Houphouët-Boigny (Abiyán, Costa de Marfil), en la especialidad de Relaciones Internacionales, y coautor del libro electrónico La Françafrique vista desde el Sur. Acaba de finalizar el máster en Relaciones Hispanoafricanas de la ULPGC y se preparar para realizar su doctorado.
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