Fueron 46 años de régimen de Apartheid que impidieron a la población negra participar en la vida política, económica y social de Sudáfrica. 46 años en los que el sistema político blanco segregó a la población en función de su raza. Hay cicatrices que no marchan.
Por eso, explica Naomi Klein, cuando apareció la oportunidad de revertir toda esta situación, Nelson Mandela no tuvo dudas y se centró en tumbar el régimen político como fuera. Permitir la participación política de la población negra, en igualdad de condiciones que la blanca, y construir una nueva identidad, la que Desmond Tutu llamó “la nación del arcoíris”, era la única cosa imprescindible. Conquistar el poder político, para abrirlo en democracia y conquistar, más tarde, el resto de poderes sociales y económicos. Pero, explica Klein, Mandela no pudo imaginarse lo que vendría.
Mientras el liderazgo de Mandela conseguía cambios en el sistema político, quien acabaría siendo su sucesor en la presidencia y que por entonces era el responsable económico del gobierno, Thabo Mbeki, perdía la batalla contra la doctrina del shock. Los poderes financieros internacionales y una élite blanca ya habían asumido que perderían el control político del país a cambio de mantener el económico. El austericidio ganó al programa económico revolucionario del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido de Mandela. Un nuevo país nacía, pero sobre el mantenimiento de los privilegios de la economía blanca.
Construcción de la clase capitalista negra
Es por este motivo que el CNA comenzó a generar oportunidades de negocio para la población negra. También abrió las puertas del nuevo Estado, lleno de funcionariado blanco, a las personas negras y construyó, de manera consciente y programada, una economía paralela a la que había funcionado hasta entonces. Una economía basada en liderazgos negros y que tenía a su servicio todas las estructuras del Estado.
Aunque es un partido de masas al estilo tradicional, dentro del CNA las relaciones de amistad y familiares determinan el ascenso o el descenso de una persona. Formar parte de él es tener grandes posibilidades de que se presente una oportunidad de negocio con el Estado. Es así como creció una élite negra, tanto en el sector empresarial como en los altos cargos de la Administración pública.
El gran motor de los negocios negros en Sudáfrica ha sido el Estado, controlado por el CNA, quien se ha visto a sí mismo como vehículo para la construcción de una clase capitalista negra. La identificación entre partido y Estado ha hecho posible la generación de una red extractivista, pero también la creación de unas condiciones de vida típicamente acomodadas para muchas personas negras.
La generación de los diamantes negros
Con el triunfo de la democracia sudafricana por encima del Apartheid, y la creación de la nueva económica, se generó una clase media de personas negras apoyada en la mayoría de los casos por el mismo CNA. Esta clase media no ha sido muy importante electoralmente, hasta que en los últimos años en los que su impacto y, especialmente, la lucha partidista por liderarla, ha comenzado. Dentro de esta clase media destaca una generación joven que se ha denominado la generación de los diamantes negros. Basan su éxito tanto en una buena formación como, especialmente, en una buena red de contactos. Ha estado acusada, sin embargo, de ser una generación frívola, ya que basa gran parte de su identidad en el consumismo, con presuntuosas cuentas de Instagram y altas dosis de lujo que contrastan con la juventud de clase trabajadora que protagoniza protestas, como la lucha contra las tasas universitarias o la descolonización de la universidad.
Unos, niños y niñas mimados por el CNA. Otros, hijos de la Sudáfrica insurgente. Y es que la historia reciente del país, aún a pesar de su nuevo régimen democrático, ha estado caracterizada por constantes ciclos de protestas en diversos espacios. Desde universidades a las minas. Una constante que no ha hecho sino recordar al CNA sus orígenes de clase trabajadora y su fracaso en transformar las condiciones de vida de la mayoría de la población sudafricana.
El mismo fracaso que ha tenido a la hora de acabar con el racismo dentro del mundo de los negocios sudafricanos. Incluso siendo la clase mimada, aquellas personas negras que se deciden a participar de la vida de las grandes corporaciones económicas del país, parece que han aprendido a convivir con la presencia de una ideología racista aún persistente. La racialización de espacios profesionales ha hecho que gran parte de las posibilidades de éxito personal en los negocios pase por aceptar el espíritu de supremacismo blanco que aún lo impregna todo.
Dos identidades en lucha
El apoyo electoral de las nuevas clases medias se convierte en fundamental en este escenario para el CNA y su voluntad de mantenerse en el poder. La imagen de unas élites que se autoreproducen y que viven con la amenaza constante de perder el control político del país que, visto desde fuera, parecería ser el único objetivo en común. El poder por el poder.
Es así como surge la brecha del cambio político en Sudáfrica. Si las clases medias negras son cada vez más consumistas y parece que han aprendido, de una u otra manera, a convivir con el racismo institucionalizado en el mundo privado, la oportunidad de una alternancia política en el gobierno abre la posibilidad de que su fidelidad hacia el CNA se vea rota si hay una oferta política basada en las oportunidades económicas. O, dicho de otro modo, si la identidad de clase gana a la identidad negra.
El principal partido de la oposición, la Alianza Democrática (AD), heredera del Partido Nacional del Apartheid, ya está intentado jugar sus cartas en este sentido. Se está presentando como un partido capaz de generar bienestar económico para las clases medias, ha colocado líderes negros al frente del partido y ya gobierna regiones importantes, como la de Ciudad del Cabo. Sus posibilidades pasan por parecerse en lo más posible al CNA, pero abordando la política económica desde otro punto de vista.
El problema para el partido opositor es que intenta representar una cosa que no es, y las clases medias negras se dan cuenta de ello. Las percepciones que tienen de la AD es la de un partido fachada que intenta ser visto de manera diferente, haciendo líder nacional a una persona negra, por ejemplo, pero que sigue defendiendo las políticas del racismo y del supremacismo que socialmente continúan vigentes. Y una cosa es aprender a convivir con él, y conseguir a cambio éxito económico, y otra bien diferente apoyarlo electoralmente.
Por otro lado, la AD ha sido capaz de reproducir los peores elementos neopatrimoniales del CNA allá donde ha gobernado. Un ejemplo de ello ha sido la última crisis del agua en Ciudad del Cabo, donde el líder nacional del partido, el diputado nacional Mmusi Maimane, desautorizó a la alcaldesa local, de su mismo partido para erigirse en la persona responsable de la gestión de la crisis Una confusión entre partido y estructuras estatales que no hace sino generar dudas sobre su capacidad de gobierno.
Pero no se acaban aquí los problemas de la AD. Y es que la principal causa de su desconexión con las clases medias negras es el recuerdo de la historia del Apartheid. Una identidad, la negra, que aún pesa a la hora de tomar una decisión dentro de las clases medias.
La paradoja de la desigualdad
La desigualdad entre la población de Sudáfrica, con un marcado carácter de raza, es al mismo tiempo el resumen del fracaso económico del CNA y la razón principal que le mantiene en el poder. Las clases medias negras podrían ser proclives a apoyar un cambio de gobierno, una alternancia, pero a la hora de ejercer el voto, su compromiso con el CNA se muestra estable y permanente en base a la lucha contra la desigualdad racial.
La AD fracasa al ser vista como un partido que rechaza a los colectivos negros, al contraponer su imagen de partido heredero del Apartheid frente al pasado de lucha del CNA. Habría amplios sectores de las clases medias negras que tienen la identidad definida históricamente, y para las cuales el control blanco de la economía, traducido en altos niveles de desigualdad, les mantienen fieles al CNA y su legado.
Es en este eje en el que el CNA asegura su control político del país. Aliándose con los sectores de clase media negra a través de una mezcla de oportunidades económicas con el Estado y un espíritu de luchas raciales del pasado, trasladadas al presente. Pueden caer, pues, Mbekis y Zumas por problemas de corrupción, pero si esta alianza se mantiene fuerte, el sistema político surgido del legado de Mandela, perdurará.
Este artículo fue publicado originalmente en catalán en el suplemento del Cinebaix de La Directa
Molt interessant i clar.