Cuando Nic Cheeseman, un africanista británico, comentó a sus allegados que iba a escribir un libro sobre la democracia en África, todo el mundo le decía que sería un libro muy corto. Tendemos a ver África como un todo, y es a través de esta lente que extendemos cualquier noticia que nos llega desde allí como si fuera común a toda la región subsahariana. Poco importan noticias como que en Ghana un gobierno acabe de dar paso a otro gracias a una contienda electoral. Sobre este tipo de noticias, nuestra lente siempre antepone la idea de que en África no hay democracia, de que allí perviven odiosas dictaduras, de que los líderes democráticamente elegidos se convierten en tiranos nada más llegar al poder. La democracia, parece que nos decimos, es imposible en África Subsahariana. Y no nos damos cuenta de que es nuestra lente la que nos impide ver que más de la mitad de africanos y africanas viven en sistemas democráticos multipartidistas. Ni si quiera nos preguntamos si la democracia africana la hacen los africanos y las africanas.
Por eso es importante cambiar nuestra lente, ver al tiempo en pequeño y en grande. Para entender qué pasa en cada país. Para comprender qué pasa en la región. Porque las democracias, como las revoluciones, se extienden con el ejemplo. Y las percepciones de las personas que habitan los territorios, los moldean y los defienden. En esta línea, podemos encontrar el último informe del Afrobarometer sobre la democracia en el continente. Sobre una base de casi 54.000 entrevistas, realizadas sobre 36 de los 54 países de África, este trabajo ofrece una estupenda fotografía del estado de la democracia e incluso deja abierta puertas a la mejora de ésta.
Del África dictatorial a la democrática
La primera cosa que nos ayuda a desmitificar este informe es aquella vieja imagen del dictador africano vitoreado por su pueblo. El apoyo a la democracia es, en general, muy alto en todos los países en que se realizó la encuesta. Destaca, por encima de todos, el fuerte apoyo a la democracia en Burundi (86%). Más aún cuando los trabajos de campo se realizaron poco antes de la implosión de su sistema democrático en 2015.
El apoyo a la democracia ha crecido en África desde el inicio del siglo XXI. Si bien según los datos del Afrobarometer venimos de una época con un apoyo un poco decreciente, los valores actuales están en puntuaciones máximas. Gran parte de esta valoración positiva de la democracia, señalan los datos, tiene que ver con la calidad de las luchas electorales. Que las elecciones sean percibidas como una contienda libre de sospecha y violencia, permite que los regímenes democráticos, aunque imperfectos, sean mejor valorados.
Sea como sea, este apoyo a la democracia se ve complementado, entre otras cosas, con un doble rechazo a dos de los sistemas que más impacto han tenido en muchos de los países de la región, la dictadura presidencialista y la dictadura militar. Ambos regímenes son rechazados por un 78% de los encuestados y, aunque existen notables diferencias entre países, su indeseabilidad parece evidente para los africanos y africanas.
Patrick Chabal, uno de los analistas sobre la región subsahariana más provocadores, señalaba hace tiempo que uno de los posibles motivos para la continuidad de la violencia en África era su reciente pasado. Salir de la espiral de la historia de violencia, o de la espiral de la sucesión de dictaduras y golpes militares, supone un enorme esfuerzo de la sociedad, así como grandes dosis de fortuna –aquí en España, en la tan pacífica Europa, hace sólo 35 años que sufrimos el último golpe. Por todo esto es de destacar que en países como Sierra Leona, Zimbabue o incluso Camerún, el rechazo a este tipo de gobiernos nunca baje del 80%, y los apoyos al sistema democrático no sean de los más bajos.
Más y mejor democracia
Con todo, si hay un dato que destaca de la encuesta del Afrobarometer, es la diferencia entre los apoyos que reciben la democracia, y los rechazos que reciben las diferentes dictaduras. Si, como hemos visto, éstas tienen un 78% de rechazo, la primera tiene una media más baja de apoyo, y existen muchos más países bajo esa media.
Y es que la gente en África sabe bien qué tipo de régimen no quiere –las dictaduras-, pero le cuesta decidir qué significa democracia. Esta palabra, aquí y allí, es una palabra vacía si no se le otorga de significado y contenido. Así, el informe destaca que es entendida como un conjunto de Derechos y procedimientos políticos, pero también como la fuente de la producción de los elementos necesarios para combatir la pobreza, generar empleo remunerado y luchar contra la desigualdad.
A través de esta definición, el informe destaca la brecha que hay entre la democracia percibida en los países africanos estudiados, y el apoyo a la democracia como sistema de gobierno. Los africanos y africanas exigen más democracia de la que sus actuales Estados pueden ofrecer, y esto es un motivo para la esperanza, ya que es de prever que esta ciudadanía, si se organiza, pueda exigir la mejora de las condiciones democráticas de su sociedad.
Los demócratas africanos
Pero tan importante como interpretar los datos del informe entre Estados, es interpretar el apoyo a la democracia desde sectores de población muy diversa. Así, el informe destaca que la democracia recibe un mayor apoyo en las zonas urbanas que en las rurales. También existe un mayor apoyo en la población universitaria, o entre quienes forman parte de la clase media trabajadora.
Por último, el informe muestra –sobre una base de casi 54.000 entrevistas- que los hombres africanos demandan y apoyan a la democracia más que las mujeres.
Resultaría interesante comparar estos datos con encuestas similares realizadas en otros continentes. Así podríamos observar cómo de asentada está la democracia en el mundo y qué diferentes percepciones de ella se tiene en las diferentes regiones. Porque es ahí donde está el reto de la democracia africana, en la definición y el ejercicio práctico del concepto democrático. Los datos sugieren que el apoyo a la democracia se incrementará en el futuro de seguir el mismo patrón. Porque los africanos y africanas, cada vez más, viven en ciudades, estudian más y, fruto del crecimiento económico de estos últimos años, están formando una llamada clase media –sobre la cual hay otro gran debate.
Existe esta oportunidad de desarrollar la democracia desde abajo, aportando contenidos para desahuciar el concepto puramente instrumental de democracia liberal, para construir una democracia a la africana que pueda mirar a los ojos al resto del mundo y decir, por ejemplo, que la democracia en Europa es imposible.
Foto de portada: Andrew Moore.
Gráfico del artículo: Afrobarometer.