La deuda que vuelve a acechar al continente

Los crecientes niveles de deuda presentes en una gran mayoría de países africanos están comenzando a encender las alarmas y pueden acabar de poner el punto y final a la narrativa afrooptimista que ha dominado, en gran medida, las noticias económicas procedentes del continente en los últimos años. Las incertidumbres y las exigentes condiciones que rodean a esta deuda, por un lado, y la persistente incapacidad de los gobiernos africanos para aumentar los ingresos tributarios, por el otro, hacen pensar que este será un tema a seguir durante este 2020 en el continente africano.

De acuerdo con las últimas estimaciones del FMI, siete países africanos, Eritrea, Gambia, Mozambique, República del Congo, Santo Tomé y Príncipe, Sudán del Sur y Zimbabue, están en situación de “estrés de deuda”. Es decir, estos países ya están experimentando serias dificultades para hacer frente al calendario de reembolsos que tienen por delante como resultado de la deuda contraída. Otros nueve, Burundi, Cabo Verde, Camerún, República Centroafricana, Chad, Etiopía, Ghana, Sierra Leona y Zambia, se encuentran a las puertas y el riesgo de no poder hacer frente a estos reembolsos es alto.

Si echamos la vista atrás, en 2013 tan solo siete países presentaban dificultades o un alto riesgo. Seis años después, son más del doble. Aunque no son las economías más grandes, ni los países más poblados, ni tampoco las locomotoras del continente, estos 16 países representan más del 45% de todos los países del África subsahariana considerados en este análisis sobre sostenibilidad de deuda que realiza el FMI.

En promedio y en términos de PIB, el nivel de deuda pública a nivel regional no es muy alto y se encuentra estabilizado en torno al 55%. Pero varios elementos coyunturales y de perspectiva explican esta creciente preocupación.

De aquellos lodos, estos barros…

Por un lado, preocupan el volumen real y los acreedores de esa deuda. Principalmente, es deuda contraída fuera, es decir, con prestamistas del exterior. Pero a diferencia de décadas pasadas, la deuda ahora no es con organismos multilaterales, sino con acreedores privados. Como resultado, las condiciones de estas deudas que ahora acumulan los países africanos son mucho menos ventajosas y los tiempos de devolución, más cortos. Es la otra cara de la moneda del mejor acceso a los mercados de capitales internacionales como resultado de un mayor desarrollo económico. De hecho, desde 2006, hasta 21 países subsaharianos han emitido sus propios bonos, en euros, para evitar así los posibles recelos de inversores extranjeros ante deuda emitida en moneda local.

A diferencia de la deuda contraída en periodos anteriores, las emisiones de deuda recientes se hicieron con periodos de vencimiento muy cortos, de entre cinco y diez años, difíciles de compatibilizar con el tiempo necesario para hacer rentables las inversiones en infraestructuras, principal destino de estos préstamos. Pero las estimaciones y las expectativas que se hicieron sobre el retorno de estas inversiones no parecen estar cumpliéndose, y las rentabilidades se están quedando muy lejos de lo esperado y de los tipos de interés asociados a la deuda. Además, como ya averiguamos 70 años atrás, cuando surgieron las primeras teorías sobre desarrollo/crecimiento económico para los países recientemente independizados (¿se acuerdan del modelo Harrod-Domar?), la obsesión por invertir en infraestructura física sirve de poco si desatiendes otras reformas políticas e institucionales.

Efectivamente, los acreedores han cambiado y se han diversificado mucho. Además de entidades financieras privadas de todo tipo, otros países prestamistas no tradicionales como, por ejemplo, China, han prestado fuertes sumas de dinero a los países del continente. La deuda africana actual ha crecido gracias, en gran parte, a acreedores que no pertenecen al llamado Club de París. Si en 2008 un 15% de la deuda externa estaba contraída con los países incluidos en este Club, en 2017 apenas poseían menos del 7%.

Este club consiste en un espacio de diálogo entre los países deudores y los países acreedores en el que, por cierto, China no es miembro permanente, y que permitiría, venido el caso, la coordinación o reestructuración conjunta de la deuda; de manera que, en teoría, debería favorecer la resolución de casos de deuda insostenible. Que una parte cada vez más importante de los deudores de los actuales Estados africanos no estén reunidos en el Club de París hace que el riesgo de fallida en una situación de crisis abierta sea mayor, ya que no existen mecanismos institucionales que permitan la reestructuración y habría que crearlos ad hoc.

Pero más allá de las previsibles dificultades para ponerse de acuerdo ante una posible situación de impago, una de las cuestiones que comienzan a sonar con fuerza y que está empezando a cobrar protagonismo es la fiabilidad de las estimaciones que se manejan actualmente de los niveles de deuda presentes en los países africanos. En un reciente trabajo sobre los préstamos de China, los autores del mismo llegan a afirmar “casi la mitad de los préstamos de China a los países en desarrollo están ‘ocultos’, ya que ni el Banco Mundial ni el FMI tienen datos al respecto”. Los países africanos son uno de los principales destinos de estos préstamos, haciendo que la deuda de estos países con el gigante asiático sea especialmente importante respecto su PIB en países como la República del Congo, Níger y Zambia…

Fuente: The Economist

El creciente número de acreedores y su disparidad hacen difícil conocer realmente a cuánto asciende la deuda que tienen los países africanos.

Se avecina tormenta: los gobiernos africanos no consiguen aumentar sus ingresos tributarios

Las peores condiciones de estos préstamos están haciendo que el servicio de la deuda aumente y que los intereses de la deuda cada vez supongan una mayor proporción de los ingresos tributarios. La persistente incapacidad de los gobiernos africanos para aumentar sus ingresos tributarios explica gran parte de esta nueva situación.

De acuerdo con estimaciones de la Universidad de Naciones Unidas, la capacidad de los gobiernos africanos para aumentar sus ingresos tributarios apenas ha variado desde hace más de treinta años. Mientras que en 1985 los ingresos tributarios suponían un 14,2% del PIB, los últimos datos disponibles reflejan un aumento de apenas un punto y medio, hasta alcanzar el 15,6%.

Ante esta situación, es de esperar que el aumento de los intereses a pagar acabe repercutiendo en aquellas partes del presupuesto más flexibles, como lo es el gasto social, dificultando la capacidad de los países africanos para luchar contra la pobreza y la desigualdad. De ser así, serán previsiblemente los más desfavorecidos los que paguen la exuberancia irracional que parece haber acompañado a los aumentos de deuda de los países africanos durante los últimos años.

(Bilbao, 1976) Economista, aunque siempre he trabajado rodeado de politólogos en el sector del desarrollo y la cooperación internacional. La economía no es mala, como toda ciencia social depende de quien la interprete y la manipule. Empecé mirando a América Latina y he acabado en África. Consumidor compulsivo de información cuando no estoy en la montaña. No te creas todo lo que te cuentan, buscar la verdad, aunque no exista, ya es un gran logro que hay que celebrar. ¿Qué haces leyendo esto? Coge cuatro cosas y vete a conocer África! @IMaciasAymar

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