Nueve conclusiones y una lección ya aprendida

Detrás del ébola

Por el 16 marzo, 2019 África Subsahariana , Desarrollo

El 16 de marzo de 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró como epidemia la extensión del virus ébola en Guinea. Esta epidemia constituyó una de las más grandes crisis sanitarias en la historia reciente. La epidemia se extendió de Guinea a Sierra Leona y Liberia, provocando aproximadamente 28.000 muertes. También tuvo su impacto en países del Norte, como Estados Unidos y España. Hoy, en el día en que se cumplen cinco años de esta declaración de epidemia, vivimos otra situación similar, en República Democrática del Congo. Pero esta crisis no sale en los medios, no ha afectado a países del Norte y resulta invisible a ojos de la opinión pública internacional. Pareciera que no se ha aprendido nada de la crisis de 2014.

Es por esto que Africaye, en colaboración con la editorial Bellaterra, ha decidido publicar las conclusiones del libro Detrás del ébola. Una aproximación multidisciplinar a una cuestión global, coordinado en 2015 por Óscar Mateos y Jordi Tomás. El libro es una gran representación de los aprendizajes extraídos de la crisis del ébola de 2014 así como una de las pocas obras accesibles en castellano sobre esta temática, de la que las conclusiones que publicamos a continuación son un gran resumen.

Foto: Agência de Notícias do Acre

 

El recorrido por los quice capítulos que conforman este libro nos devuelven a la idea que lo encabeza: ¿qué hay verdaderamente detrás de la crisis del ébola que afectó principalmente a tres países de África occidental desde marzo del año 2014? ¿Por qué, cuándo y de qué modo acabó convirtiéndose en una cuestión de orden global?

¿Qué diagnósticos, narrativas y soluciones han prevalecido en la respuesta a la crisis? ¿Cuál ha sido el papel de los diferentes actores, tanto locales como internacionales, que han intervenido en su gestión? ¿Qué lecciones ha extraído la comunidad internacional y qué lecciones y aprendizajes pueden extraerse desde el ámbito del análisis profesional académico y político que vayan más allá de los discursos retóricos y de las declaraciones institucionales?

Los diferentes capítulos han tratado de arrojar luz y de ofrecer pistas, reflexiones y datos a una cuestión que ha mostrado toda su complejidad y para la que muy a menudo se han utilizado visiones y análisis tremendamente reduccionistas. Como se apuntaba en las primeras páginas, el gran valor añadido del libro ha sido su carácter interdisciplinar, esto es, un esfuerzo obligado por poner a dialogar a diferentes disciplinas teóricas y académicas –a menudo con mucha experiencia sobre el terreno– con el objetivo de ofrecer un análisis complejo y complementario de un fenómeno que a todas luces se caracteriza por su dimensión global e interdependiente. Creemos que ante una crisis como la del ébola, este diálogo entre disciplinas es del todo necesario, y un punto ineludible en pleno siglo XXI en el abordaje de problemas que sin duda trascienden el ámbito local o meramente territorial.

De ahí que estas páginas finales traten de esbozar algunas conclusiones que pueden extraerse de la lectura de todos los capítulos. Sin duda, existen muchas más, pero con la voluntad de dejar la parte final de este libro como algo abierto a futuras investigaciones y reflexiones, se ofrecen al menos nueve cuestiones que nos parecen de especial interés. Junto a las conclusiones, se plantea una reflexión final. Se trata de una lección sistemáticamente aprendida en muchas de las crisis y los problemas internacionales que plantea, de una vez por todas, la necesidad de ir más allá del aprendizaje y de impulsar definitivamente cambios en el funcionamiento del sistema internacional.

1. Es una obviedad, pero la crisis del ébola ha puesto de manifiesto como nunca que los problemas considerados como «locales» o «lejanos» no son tal. La globalización está intensificando como nunca los procesos de interdependencia que vemos ya en otros planos, como por ejemplo, el del cambio climático. Los problemas de salud de un contexto cualquiera, adquieren hoy día, una dimensión claramente global y transfronteriza en cualquier rincón del mundo. Por lo tanto, si los problemas son hoy día globales, es importante desarrollar y desplegar de manera efectiva instrumentos, estrategias y organizaciones capaces de gestionar y abordar este escenario. Este giro en la interpretaciones de los problemas y de las soluciones puede entreverse en la nueva agenda global, denominada como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que a diferencia de su antecesora, la agenda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), ya no parte de una concepción de los problemas del mundo en clave Norte-Sur –una visión del todo obsoleta– sino que reconoce la existencia de problemas que afectan al conjunto del planeta y, por lo tanto, que necesitan de soluciones y de mecanismos supranacionales.

2. En este sentido, algunos capítulos subrayan el desconcertante papel de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la gestión de la crisis. Es cierto que la dimensión e impacto de la epidemia ha sido extraordinario, y hasta cierto punto, impredecible. No obstante, la falta de reacción y, de algún modo y en algunos momentos, la displicencia con la que la OMS ha abordado las primeras fases de la epidemia son dignas de analizar. Precisamente, en paralelo, llama la atención cómo una ONG como Médicos Sin Fronteras (MSF) ha sido el actor clave en el inicio y el desarrollo de la crisis. A pesar de que el rol de MSF es el de identificar necesidades, el de proporcionar la máxima respuesta posible en términos de cantidad y calidad y el de facilitar que otros puedan hacerlo a través de formación y asesoría, la ONG continuaba gestionando el 60 % de las camas disponibles para tratar el ébola, tres meses incluso después de que la OMS finalmente declarara la existencia de una «emergencia de salud pública internacional». Todo ello lleva a pensar claramente que nuestra arquitectura internacional adolece de graves problemas de funcionamiento y operacionalización, sea por cuestiones técnicas o, lo que es más preocupante si cabe, por cuestiones políticas, y que es necesaria de forma urgente una reforma del sistema que garantice su buen funcionamiento.

Celina Kamanda sobrevivió al ebola. Foto: DFID.

3. Un aspecto especialmente grave en el abordaje de la crisis ha sido el enfoque claramente securitizador que han mostrado los principales actores del sistema internacional. Dicho enfoque se ha caracterizado por considerar la crisis del ébola como un problema de «salud global» solo cuando la epidemia amenazó con convertirse en una verdadera amenaza para los países occidentales, evidenciando los graves desequilibrios de poder existentes a nivel global y qué actores son los que acaban determinando la agenda de preocupaciones globales. Asimismo, la securitización de la crisis llevó también  a ofrecer respuestas ya tardías y esencialmente centradas en su militarización, cuando lo verdaderamente relevante hubiera sido ofrecer un diagnóstico que contemplara las causas locales y globales y una respuesta que apostara por la transformación de fondo de los problemas. En este sentido, la crisis ha certificado la defunción definitiva de un enfoque como es el de la «seguridad humana». Un enfoque lleno de déficits y contradicciones, pero que en la década de los noventa contribuyó a confrontar el paradigma de la seguridad clásica. El efecto post 11 de septiembre ha supuesto el regreso fehaciente de este último enfoque y la falta de otras perspectivas que propongan una visión más transformadora y holística de la realidad.

4. Los medios de comunicación internacionales han mostrado nuevamente su cara más negativa y etnocentrista, analizando muchas veces la crisis como un asunto estrictamente local, en el que  los factores clave de la expansión de la crisis tenían que ver exclusivamente con cuestiones de índole interna como ahora la ineficacia de las instituciones gubernamentales o bien el impacto de las tradiciones y de la cultura en el curso de la crisis, caracterizados siempre de forma primitivizante y nunca constructiva, y sin fijarse nunca en las múltiples dinámicas nacidas desde dentro de dichas sociedades. No solo eso, la atención mediática solo empezó a ser verdaderamente importante una vez el problema dio el salto a las fronteras occidentales. Desde ese momento, el foco mediático tenía que ver esencialmente con el estado de salud de las personas de origen occidental que habían contraído el virus, reduciendo a los otros miles de víctimas a una mera cifra estadística, incluso a menudo sin ni tan siquiera mencionar el personal sanitario africano, uno de los más afectados por el virus. Los medios de comunicación de masas han vuelto a repetir el patrón habitual a la hora de analizar la realidad africana, destinando un espacio escaso y siempre para explicar las fatalidades del continente, pero nunca para visibilizar el potencial positivo o bien la capacidad de resistencia social y la iniciativas locales. El «efecto CNN», caracterizado por convertir en noticia solo lo que aparece en los grandes medios, ha vuelto a hacerse presente hasta cierto punto en esta crisis, si bien el papel de las nuevas tecnologías y los nuevos medios surgidos al calor de Internet, tanto en África Subsahariana como en el resto del planeta, hacen presagiar que algo está cambiando.

5. Precisamente, la crisis del ébola deja algunas experiencias en las que las nuevas tecnologías aparecen como un espacio innovador y, sin duda, esperanzador, en cuanto al surgimiento de herramientas e iniciativas transformadoras se refiere. Por ejemplo, con el desarrollo de las tecnologías parece posible desarrollar todo el ámbito de la cartografía a la hora de abordar situaciones de este tipo, creando mapas más precisos y actualizados como forma de apoyo a las operaciones y facilitando y acelerando así la respuesta humanitaria. Otro aspecto interesante ha sido el de las campañas impulsadas por jóvenes ciberactivistas africanos, quienes a través de las redes sociales han vindicado la igualdad de oportunidades de los afectados por la enfermedad o la implicación de los gobiernos nacionales e internacionales en la crisis. Todas estas iniciativas han puesto de manifiesto, más allá de los objetivos particulares, la implicación de los propios ciudadanos africanos en la resolución de esta crisis y la visibilización de esta implicación. Como nos recuerda alguno de los autores, las TIC no pueden por sí mismas dar una respuesta a un desastre, pero ciertamente pueden hacer que ésta sea más efectiva. El caso de Senegal es un ejemplo de toda esta dinámica: el país hizo frente a la amenaza de la expansión de la epidemia en el país, con transparencia por parte de las autoridades gubernamentales y con implicación por parte de los ciudadanos y las organizaciones de la llamada sociedad civil.

Foto: CDC Global

Foto: CDC Global

6. En el ejercicio por visibilizar la «agencia» de las sociedades africanas, muchos de los capítulos apuntan a un hecho fundamental: la crisis del ébola ha vuelto a poner de manifiesto la existencia de estrategias e iniciativas de resistencia y respuesta ante los problemas. Estrategias que muchas veces son interpretadas como formas de organización poco ortodoxas y que desde un prisma etnocéntrico muchos medios de comunicación, expertos u organizaciones internacionales no son capaces de entender e incluso infravaloran, evidenciando una cierta dinámica racista muchas veces presente en el análisis que ha tratado de aproximarse a las realidades africanas.

Por un lado, mientras en los países occidentales siempre se destaca la capacidad de acción y de innovación en tiempos de crisis, cuando se vuelve la mirada sobre África acontece lo contrario, se presenta un continente con culturas inmóviles y ancladas en el pasado incapaces de resolver nada. Esta visión adolece claramente de un grave problema: no solo es parcial sino que no tiene fundamento alguno, como muestran varios capítulos de este libro. Para empezar, como  se ha visto en más de un artículo, las sociedades africanas tienen una cosmovisión ligada a las enfermedades que, en algunos casos, permite que a través de rituales, prohibiciones alimentarias y leyes tradicionales se pueda evitar en parte el desarrollo de ciertas enfermedades. Además, los llamados líderes tradicionales, incluidos los terapeutas o sanadores locales, juegan un rol en la transmisión de información hacia las poblaciones locales que no pueden jugar en muchos casos por falta de autoridad o de legitimidad los propios estados africanos o las organizaciones internacionales. Finalmente,  y tan o más importante que lo anterior, las sociedades africanas han intentado cambiar su manera de hacer y adaptarse a las nuevas circunstancias provocadas por el ébola a una velocidad meritoria, empezando por el cambio en un tema tan delicado en todas las partes del mundo como son los rituales funerarios.

7. Otra de las cuestiones principales ha sido la importante necesidad de visibilizar la dimensión de género en el conjunto de la crisis. Observar quién muere en un brote pone en evidencia unos determinados valores y estructuras sociales así como quiénes son las personas de dicha sociedad que, al encargarse del ámbito de la salud y del cuidado de los enfermos, notan primero los efectos de una crisis como esta. En definitiva, un virus de dicha magnitud se con-vierte en el reflejo de la sociedad, los roles y funciones que tienen sus diferentes miembros y a la vez permiten ver cómo distintas sociedades se relacionan entre sí. La crisis del ébola ha constatado que existen una serie de variables que aumentan significativamente la vulnerabilidad de las mujeres al contagio. Visibilizar e interpretar esta dimensión es fundamental para poder desarrollar un enfoque transformador. La atención a los roles de género es imprescindible tanto para la contención de situaciones de este tipo como para actuar sobre las consecuencias sociales y económicas derivadas de esta cri- sis en los países afectados.

8. Como se señalaba con anterioridad, la aproximación interdisciplinaria a este tipo de crisis interdependientes y globales es esencial. En este sentido, la antropología es una de esas disciplinas que debería ser tomada en cuenta tanto por el ámbito médico como por el de las relaciones internacionales por su carácter de puente y de traducción de lenguajes entre disciplinas y entre sociedades con valores y maneras de funcionar a menudo muy diferentes. Y es que existe toda una disciplina antropológica dedicada a conectar lo global y lo local para comprender y mapear poblaciones en crisis, y servir como interlocutores entre las instituciones internacionales y las poblaciones locales en regiones como las afectadas por la epidemia. Como apuntan diversos autores, es urgente una mayor colaboración entre la antropología y la epidemiología, y una mayor tolerancia en otras colaboraciones multidisciplinares. Entre otras muchas cosas, los antropólogos pueden contribuir a ser sensibles al hecho de que las poblaciones en regiones afectadas por el ébola son ingeniosas, adaptativas, capaces de responder a enormes amenazas ambientales y que están estrechamente unidas: aman, cuidan y se preocupan, sobre todo, por el bienestar de sus familias y comunidades. Por todo ello, cabe reclamar con intensidad que las ciencias sociales se tengan en cuenta y contribuyan al esfuerzo en la lucha contra situaciones como las provocadas por el ébola.

Foto: Marco Verch

9. En la crítica al funcionamiento del sistema internacional respecto a la realidad africana es muy habitual tener la sensación de que dicho discurso acaba expiando las responsabilidades de los actores locales en la génesis y desarrollo de sus propios problemas. Lejos de ser así, la historia del continente africano ha mostrado que cuando hablamos de «agencia» en las sociedades africanas nos estamos refiriendo a una «agencia» en la que no solo se vislumbran aspectos positivos (resistencias, capacidad de organización, etc.) sino también negativos. Lo contrario sería hacer un ejercicio meramente romántico y reduccionista, ya que, históricamente, las elites o determinados grupos africanos han sido copartícipes de muchas de las dinámicas de explotación y abuso que han padecido las sociedades africanas. La crisis del ébola pone de relieve el papel nefasto de algunos gobiernos, que siguen situándose muy lejos de los intereses del conjunto de las poblaciones a las que supuestamente representan. Y es que, tal y como subrayan varios autores, la mayoría de ciudadanos de países como Sierra Leona, Liberia o Guinea-Conakry continúan siendo pobres (económicamente hablando) y, además, mantienen posiciones sociopolíticas al margen del Estado. Hasta el punto que raramente se benefician del Estado y, de hecho, la mayoría ven al Estado como una amenaza, no como una ventaja. Las protestas, la resistencia y a veces la violencia pueden ser esperadas también en respuesta a los agentes enviados por la comunidad internacional puesto que en muchos casos, en tierras africanas, cuánto menos confianza tiene la población en sus gobiernos, menos confianza tiene hacia la comunidad internacional.

10. Pero el núcleo del problema continúa situándose en el ámbito internacional. Y es que, como hemos observado, además de existir problemas vinculados a la tardía y securitizada reacción internacional a la crisis o bien a su pésima gestión global, las dinámicas históricas y globales son esenciales para explicar la gravedad de esta crisis. El impacto de los Planes de Ajuste Estructural (PAE), el enfoque no-transformador de construcción de paz o el nuevo expolio que está suponiendo el acaparamiento de tierras en muchos países africanos, son solo tres aspectos de como ese espacio internacional es más parte del problema que de la solución. La existencia de unas relaciones de poder global desiguales e injustas hacen necesario que en un contexto donde los problemas son cada vez más globales dispongamos de organismos y de mecanismos que respondan al interés general. La democratización de las instituciones supranacionales, que incorpore una visión mucho más plural de las aportaciones de las diferentes culturas en varios ámbitos, como el de la salud o el de la educación, será esencial en el establecimiento de reglas de juego que verdaderamente puedan beneficiar a todos los actores. De otro modo, continuarán prevaleciendo discursos retóricos y vacíos, llenos en teoría de buenas voluntades y de compromisos de aprender las lecciones aprendidas, pero en el fondo carentes de la necesidad de repensar este espacio global en el que vivimos.

En definitiva, detrás del ébola, no solo hay un virus, también hay sociedades que interpretan las enfermedades de diferentes maneras, hay gobiernos con un determinado pasado y una determinada relación con sus poblaciones, hay unas relaciones internacionales desiguales, marcadas por un sistema en el que prima la securitización de Occidente, hay unas instituciones internacionales que deben ser urgentemente repensadas. Pero, sobre todo, detrás del ébola, hay mucha gente que sufre, resiste y se organiza, aunque para muchos toda esta gente continúe siendo invisible.

 

 

Autores

Oscar Mateos (Barcelona, 1978). Politólogo y doctorado en Relaciones Internacionales, es miembro del Consejo de Africaye y profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Ramon Llull – Blanquerna.

Jordi Tomás (Barcelona, 1971) es doctor en Antropología Social y Cultural y escritor. Desde hace tiempo compagina su trabajo de investigación sobre África con la literatura de ficción. Ha trabajado en el Centro de Estudos Africanos del Instituto Universitario de Lisboa y la Universitat de Lleida.

 

Puedes comprar el libro Detrás del ébola, en la web de la editorial Bellaterra.

(Barcelona, 1978). Politólogo y doctorado en Relaciones Internacionales, aunque siempre acabo citando a sociólogos y antropólogos, ¿por qué será? “Sólo sé que no sé nada” debería ser la máxima que imperara en cualquier sitio, especialmente en las tertulias de TV y radio. Tratando de leer el mundo siempre desde abajo. Optimista de la voluntad. Rastreador de alternativas económicas, sociales y políticas. Dos años en Sierra Leona me ayudaron a corroborar aquello de Galeano de que “somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. @oscarmateos1

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