El 15 de enero de 2019 es una fecha que no se podrá olvidar fácilmente: tras casi siete años retenido en la Corte Penal Internacional (CPI), los jueces han absuelto al expresidente marfileño, Laurent Gbagbo, de todos los cargos que pesaban sobre él. La CPI ha decretado además su libertad inmediata, junto con la de su ministro de Juventud, Charles Blé Goudé, también detenido en Holanda durante el mismo período.
El juicio por crímenes contra la humanidad contra Gbagbo y Blé Goudé pasará a la historia por muchas razones. En primer lugar, los jueces deliberaron después de escuchar solo al fiscal y dictaron sentencia en primera instancia, sin necesidad de llegar hasta la audición de la defensa de Gbagbo.
El veredicto se fundamenta en las carencias del expediente de la acusación contra el mandatario. La fiscalía presentó 82 testigos, entre los cuales se encontraban militares (algunos, de alto rango), expertos y víctimas de la crisis poselectoral que vivió el país entre 2010 y 2011. Durante la audiencia de la acusación, se observaron varias contradicciones entre los expertos que desmentían la versión de los hechos del propio fiscal. Por ejemplo, el holandés Até Kloosterman (especialista en ADN) afirmó, en referencia a las pruebas de la supuesta matanza de mujeres del 3 de marzo de 2011, en el barrio abiyanés de Abobo, que sirvió de base a la Resolución 1975 del Consejo de Seguridad de la ONU: “teníamos manchas sospechosas en la camisa, las examinamos para ver si era sangre y todas las pruebas fueron negativas”. Es necesario recordar que esta resolución permitió a Francia entrar en el conflicto y bombardear Abiyán hasta derrocar y capturar a Gbagbo.
También se dieron contradicciones en las declaraciones de los testigos, como disparidades en las fechas o en los nombres de los oficiales implicados en supuestos ataques contra civiles y, sobre todo, fue palmaria la falta de testigos directos. Encima, algunos de los testigos del fiscal declararon a favor del acusado.
La fiscalía de la CPI no pudo, desde 2011 y hasta el principio del juicio en 2016, montar una acusación creíble contra Laurent Gbagbo y Charles Blé Goudé, a pesar de contar con el apoyo pleno del gobierno marfileño, Francia, la comunidad internacional, oenegés y la misma CPI, dirigida por Fatou Bensouda, que heredó el expediente de Luis Moreno Ocampo. Ya en junio del año pasado, cuando concluyó el plazo para demostrar la culpabilidad de ambos acusados y viendo la insostenibilidad de los argumentos, la fiscalía abandonó dos de los cinco cargos contra ellos. Los jueces otorgaron a la defensa la introducción de un expediente de absolución. El juicio para invalidar los cargos tuvo lugar entre octubre y noviembre y la decisión final llegó el pasado martes: absolución y libertad inmediata.
Aunque, en muchos aspectos, el caso Gbagbo se parece al de Jean-Pierre Bemba y se han trazado paralelismos entre ambos, el del marfileño es único en la historia de la CPI. Laurent Gbagbo era constitucionalmente presidente de su país en el momento en que fue detenido y transferido a la CPI por su sucesor en el cargo. Los jueces deliberaron sin escuchar a los testigos de la defensa y el veredicto de absolución llegó en primera instancia. En el caso Bemba, aunque los hechos fueron probados, su liberación se debió a que no se encontraron pruebas de su intervención en la cadena de mando para impedir las exacciones en República Centroafricana. En el caso Gbagbo, no hubo pruebas definitivas del fiscal que demostraran, sin lugar a dudas, la culpabilidad, la responsabilidad o la implicación de los acusados. Todas las que presentó la acusación fueron invalidadas por la defensa.
Cambios
La liberación de Gbagbo y Blé Goudé irrumpe por sorpresa en un momento de cambio profundo en el panorama político marfileño.
Se prevé que su partido, el socialista Frente Popular Marfileño (FPI por sus siglas en francés) abandone el absentismo electoral que le caracterizó desde 2011 bajo la dirección del recientemente fallecido Aboudramane Sangaré. Con la muerte de Sangaré en noviembre, Gbagbo pasó a encabezar el partido desde la cárcel y bastaría un congreso de los socialistas para derribar a la otra facción del FPI, la de Affi N’Guessan, aceptada como interlocutora por el gobierno Ouattara y que, desde 2015, se desmarcó del absentismo de la mayoría de los militantes de su partido. Con la liberación de Simone Gbagbo y de otros presos políticos detenidos en Costa de Marfil, la estrella de N’Guessan ya había comenzado su irreversible caída, que ahora parece inminente en cuanto Gbagbo y Blé Goudé regresen.
Con respecto a las otras formaciones, ya se ha consumado la salida del Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI), de Konan Bedié, de la Alianza de los Houphouetistas por la Democracia y la Paz (RHDP), del actual jefe de Estado, Alassane Ouattara. El primer -y encarnizado- enfrentamiento entre ambos tuvo lugar durante las sangrientas elecciones locales de octubre y diciembre de 2018. Bedié ha protagonizado gestos de acercamiento al FPI y celebrado la decisión de los jueces a favor de Gbagbo como algo positivo para la reconciliación y la paz.
Por si esto fuera poco, se prevé una ruptura definitiva entre Guillaume Soro (líder de la rebelión que llevó a Ouattara al poder) y el RHDP. Soro, al igual que hizo el PDCI, presentó varios candidatos independientes durante las elecciones locales. Uno de ellos, Tefour Koné, se enfrentó a Hamed Bakayoko, ministro, diputado y delfín de Ouattara, ante el que perdió la alcaldía de una manera que muchos observadores consideran turbia.
La decisión de la CPI llega a menos de dos semanas del congreso del RHDP, que se celebrará el 26 de enero. Es previsible que la liberación de Gbagbo en los próximos días debilite aun más al bando de Ouattara, puesto que conserva gran parte de su popularidad, como se ha podido ver en las celebraciones de su liberación por todo el país, que comenzaron ya en diciembre. Además, una posible alianza entre Gbagbo y Bedié resultaría atractiva para los pequeños partidos satélites del RHDP y significaría una fuga más de votos y apoyos para Ouattara.
Las próximas elecciones presidenciales se celebrarán en octubre de 2020 y ya se están formando los bandos. Los pronósticos, fundamentados en las violencias que ocurrieron en las elecciones locales, empeoran con la reintegración de Gbagbo en el juego político, a pesar del convencimiento de Ouattara de que serán unas elecciones pacíficas y transparentes. Contrariamente a lo que sucedió en las elecciones de 2010, en esta ocasión, en caso de ser necesaria una segunda vuelta, Bedié podría alinearse con Gbagbo contra Ouattara. Siempre que Ouattara decidiera desdecirse y presentarse a un tercer mandato… algo que todavía no está claro. Como tampoco están claras las intenciones de Bedié y Gbagbo al respecto.
Sea como sea, la decisión de la CPI se presenta como la salvación de la credibilidad de este organismo y llega en un buen momento para garantizar mayor pluralidad de cara a los próximos comicios y para devolver al juego político una oposición real al poder del gobierno.
Autor
Dagauh Gwennael Gautier Komenan (Yamusukro, Costa de Marfil, 1989) es historiador formado en la Universidad Félix Houphouët-Boigny (Abiyán, Costa de Marfil) en la especialidad de Relaciones Internacionales y coautor del libro electrónico La Françafrique vista desde el Sur. Finalizó el máster en Relaciones Hispanoafricanas de la ULPGC y ahora comienza su doctorado.
Foto de portada: Discurso de Laurent Gbagbo en la sede de Naciones Unidas en septiembre de 2009.