La caza y muerte el pasado verano del león Cecil de Zimbabue por parte de un dentista estadounidense, llenó de indignación a millones de personas a lo largo y ancho del planeta. Su foto abrió portadas de periódicos y noticieros de medio mundo restando luz a otras realidades que resultan mucho más importantes para el devenir del continente. A pesar de todo ello, la muerte de este icónico animal permitió entrever, aunque brevemente, una realidad que desangra el continente: el de la caza furtiva y el suculento comercio ilícito que se esconde detrás.
A continuación, cuatro cosas que deberíamos conocer sobre la caza furtiva en el continente africano.
1. Hay que distinguir entre caza mayor y caza furtiva
Aunque ambas actividades tienen el mismo final -la caza y muerte de una especie animal- la caza mayor es una actividad legal y regulada (en mayor o menor medida), mientras que la caza furtiva escapa a cualquier control y pone en peligro la supervivencia de especies animales como rinocerontes, leones, elefantes o gorilas, por nombrar tan solo unas cuantas.
Además de legal, los recursos generados por el turismo y las licencias de caza mayor suponen, para muchos países africanos, una efectiva manera para financiar la promoción y conservación de especies animales en peligro de extinción. Resulta paradójico, sí, pero es que el dinero que genera esta actividad convierte a estos animales salvajes en seres más preciados de lo que supone muchas veces su peso en carne. Por ejemplo, sacrificar uno de los cuatro rinocerontes negros que anualmente se matan en Namibia alcanzó la suma de 350.000 dólares en una subasta internacional el año pasado. Este dinero acabó sufragando las actividades del servicio de conservación de fauna salvaje del país. Pero no siempre ocurre así. Por el león Cecil, Walter Palmer pagó cerca de 50.000 dólares. Desafortunadamente, en este caso, se desconoce cuál fue el destino último de este dinero.
Es difícil saber la procedencia de las personas que contratan estos servicios, aunque está claro que las grandes sumas de dinero que se llegan a pagar (entre decenas de miles y cientos de miles de dólares) hacen de esta una actividad sólo accesible para pocos bolsillos. Además, y aunque no sirve de excusa, son estas mismas cantidades desorbitadas de dinero las que hacen que en ocasiones, como la del malogrado león Cecil, los guías que acompañan a los cazadores, en su afán por garantizar el tan preciado trofeo, hagan cualquier cosa, incluso algunas ilegales.
La caza furtiva, por su parte, es ilegal y se nutre principalmente del comercio ilícito de de los animales cazados. Ya sea por su piel para hacer unos bonitos zapatos, por ciertas partes de su cuerpo que acaban decorando grandes espacios, o por sus (en muchas ocasiones, no demostradas) facultades curativas, millones de animales son sacrificados sin control cada año. En algunos casos, incluso, poniéndolos en serio peligro de extinción.
Es un negocio que mueve anualmente cerca de 10.000 millones de dólares, a la altura de otros negocios ilícitos como el tráfico de drogas, de armas o de personas, por lo que no resulta extraño que los cazadores furtivos, además de ir fuertemente armados, estén muy bien equipados con gafas de visión nocturna e incluso con helicópteros con los que perseguir a sus presas. En países con administraciones disfuncionales, el mismo personal del ejército, de la policía o los propios Rangers, encargados de velar por la seguridad de estos animales, participan, de una manera u otra, de este lucrativo negocio.
Además del peligro de extinción, parte del dinero generado con esta actividad ilegal acaba siendo utilizado para financiar grupos rebeldes o grupos terroristas. Al igual que sucede con los diamantes de sangre o los minerales de conflicto, un recurso natural como la vida animal acaba constituyéndose en el preciado lubricante de los mecanismos que originan y perpetúan la violencia. Un ejemplo de ello lo constituye hoy día la guerrilla ugandesa del Lord Resistance Army de Josep Kony, quien utiliza el marfil de los elefantes que abaten en el parque nacional de Garamba, en el noreste de la RD Congo, para autofinanciase y sobrevivir, como recientemente ha denunciado un informe de Enough Project.
2. África es un paraíso, tanto para la caza mayor como para la caza furtiva
El problema de la caza furtiva no es únicamente un problema africano. Prácticamente todas las regiones del planeta padecen este problema. El marfil de los elefantes en Asia resulta igual de codiciado que el africano, o los huevos de las tortugas que acuden a anidar en las costas del pacífico, por poner tan sólo dos ejemplos, son igualmente codiciados.
Sin embargo, la riqueza animal del continente africano -tanto en número como en diversidad- no tiene competencia con otras áreas del planeta. En sus más de 30 millones de kilómetros cuadrados podemos encontrar -al menos- a más de 1.100 especies de mamíferos o 2.600 tipos de aves. Su amplio espectro climático, desde el calor más intenso hasta el frío más punzante, y la diversidad entre zonas secas y húmedas, permiten esta diversidad de especies animales. En el continente africano uno puede encontrar los animales más rápidos (entre ellos el guepardo), los más grandes (el elefante, el hipopótamo o el gorila de montaña) e incluso los más raros de todo el planeta (el pangolín o el aye-aye), muchos de los cuales se encuentran en grave peligro de extinción. Incluso uno puede encontrar pingüinos en las zonas más septentrionales del continente.
Esta gran diversidad animal convierte al continente en un destino obligado tanto de acaudalados cazadores en busca de grandes emociones por batirse contra especies superlativas o incluso las más extrañas, como de furtivos ávidos de dinero. El resultado es la continua pérdida de diversidad animal, poniendo a muchos de estos animales en un punto de no retorno en cuanto a su existencia en libertad.
3. Cuernos de rinocerontes y colmillos de elefantes, los más demandados por el comercio ilegal
De acuerdo con la Fundación Internacional del Rinoceronte, hemos pasado de tener una docena de especies diferentes de rinocerontes a apenas cinco, tres de las cuales están consideradas en estado crítico de extinción. A principios del siglo XX, se estimaba que Asia y África albergaban una población de 500.000 rinocerontes. En la actualidad, se calcula que apenas hay unos 25.000apenas, principalmente en Sudáfrica.
Además de la destrucción de su hábitat natural, la demanda de sus cuernos, para uso en la medicina tradicional en algunos países asiáticos -principalmente Vietnam, China, Tailandia y Corea- o para cosas tan banales como los mangos de navajas y dagas explican su continua depredación. El precio del kilo de cuerno de rinoceronte ha llegado a alcanzar los 60.000 dólares estadounidenses, un valor muy superior al pagado por metales preciados como el oro. Un cuerno de rinoceronte, que en apenas 48 horas viaja de África a Asia, pesa en torno a los 7kg, es decir, su valor en el mercado negro puede fácilmente superar el medio millón (500.000) de dólares.
De acuerdo con las estimaciones ofrecidas por el Departamento Sudafricano de asuntos medioambientales, la caza furtiva de este animal se ha disparado a lo largo de los últimos años. Mientras que en 2007 se contabilizaron 13 muertes de rinocerontes a manos de furtivos, en 2014 esta cifra alcanzó los 1.215. Es decir, un rinoceronte cada 8 horas.
La población de elefantes tampoco escapa a esta lacra y su número en el continente está disminuyendo también de manera alarmante. Anualmente, aproximadamente 30.000 elefantes son sacrificados de manera furtiva por sus colmillos de marfil. Uno cada 15 minutos. Un registro difícil de sostener para garantizar la supervivencia de cualquier especie animal. Así, por ejemplo, en tan sólo cinco años la población de elefantes en Tanzania se ha reducido en más de un 60%, lo que impacta de manera muy negativa a un país dónde aproximadamente el 14% de su PIB proviene del turismo de safaris. El kilo de marfil se paga en el mercado negro en torno a los 2.100 dólares.
De continuar así, en 2025 probablemente, los únicos rinocerontes y elefantes vivos que encontremos sean en cautividad en exóticos zoos de las grandes ciudades del mundo.
4. Acabar con la caza furtiva requiere de actuaciones en toda la cadena de provisión del comercio ilegal
El descontrol y las alarmantes cifras sobre caza furtiva han generado un creciente interés desde diferentes ámbitos. Las agencias de cooperación internacionales han incrementado sus partidas presupuestarias destinadas a este asunto, e incluso el propio presidente Obama se ha involucrado personalmente en la lucha contra el comercio ilegal de marfil procedente del continente. Asimismo, y ante las crecientes evidencias de que el destino de los recursos generados por el furtivismo es financiar las actividades de grupos rebeldes armados o terroristas, el congreso estadounidense aprobó, el pasado 3 de noviembre, la ley Global Anti-Caza Furtiva. Entre muchas otras medidas: sanciones más severas, y más medios y recursos para luchar en los propios países africanos. Efectivamente, la tecnología de los drones -aviones no tripulados- en este ámbito, supone una aplicación que permite un mayor y mejor seguimiento para afrontar una lucha muy desigual. La Unión Europea, como de costumbre, va tarde y con poca concreción. Reconoce el problema, su magnitud, e incluso ha puesto dinero sobre la mesa, pero su iniciativa Mas grande que los elefantes se encuentra todavía en fase de consultas para definir su actuación. Países europeos a título individual han tomado la iniciativa y han prohibido cualquier importación de marfil. China, por su parte, también se ha mostrado dispuesta a abordar este problema y prevé destinar 10 millones de dólares.
Sin embargo, acabar con el comercio ilegal que alimenta la caza furtiva requiere de soluciones coordinadas tanto en el ámbito nacional como internacional, mucho más allá de las destinadas a evitar o repeler a los cazadores furtivos. En muchas comunidades africanas la caza furtiva no se percibe como un crimen, sino como una manera, como otra cualquiera, de salir adelante. Aumentar la sensibilidad y la educación en este ámbito resulta crucial. Del mismo modo, los países destino de estos bienes deben hacer más para acabar de raíz con la creciente demanda.
Por un lado, dificultando las rutas de entrada y, por el otro, castigando más severamente a clientes y demandantes. No obstante, al igual que sucede en los países africanos, resulta crucial aumentar la sensibilización y el conocimiento, derribando falsas creencias acerca de los beneficios que en términos de salud o de estatus social se asocian a estos animales. Algunas campañas al respecto se han mostrado muy efectivas, como la que consiguió disminuir la demanda de cuerno de rinoceronte en Vietnam después de explicar que el material con el que está hecho es el mismo que el de las uñas humanas.
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Así pues, la caza furtiva no sólo pone en serio riesgo a numerosas especies en el continente, sino que los recursos que genera acaban financiando grupos insurrectos y terroristas o pervirtiendo estructuras estatales que dificultan la estabilidad y desarrollo del continente.
Somos nosotros lo que estamos invadiendo su espacio, no entiendo como la caza en legal en Sudáfrica. A este paso vamos a terminar por extinguir a todos los animales salvajes, todo por lo egoísta que es el ser humano que piensa que él es el centro del universo. La peor especie es sin duda alguna, el ser humano!