Es frecuente preguntarse de dónde proviene la xenofobia que experimentan, predominantemente de manera violenta, las personas extranjeras negras en Sudáfrica. Es una pregunta difícil de responder, pero el legado de un Estado racista y represivo es un punto de partida común. El statu quo prevaleciente en una sociedad profundamente dividida en líneas de raza y clase, se remonta a la colonización y al Apartheid. La violencia xenófoba está generalmente vinculada a las desigualdades socioeconómicas, al desempleo sistémico y a las condiciones de pobreza que la mayoría de los negros africanos siguen sufriendo en la exculpación posterior al Apartheid.
Esto plantea serias dudas sobre el estado democrático actual, en el que la xenofobia institucionalizada agrava aún más la crisis. Las experiencias negativas de ciudadanos extranjeros, especialmente personas vulnerables en situación de pobreza, que intentan acceder al sistema de asilo a través del Departamento de Interior sudafricano están bien documentadas. Su vulnerabilidad se ve agravada por los cambios de políticas promulgados por el Parlamento, que incluyen la eliminación del derecho al trabajo de los solicitantes de asilo y su detención en los llamados centros de procesamiento en la frontera.
Sudáfrica tiene una constitución muy progresista, por lo que dichos cambios de política van en contra del espíritu y la visión del documento fundador, que se enmarca en una apelación a la transformación y el reparto de los errores del Apartheid capitalista. Como el ex juez de la Corte Constitucional, Dikgang Moseneke, sostuvo en 2014, “nuestro diseño constitucional es enfáticamente transformador. Está destinado a migrar de un pasado turbio y brutal a un futuro inclusivo animado por los valores de la decencia humana y la solidaridad. Contiene un consenso vinculante o un modelo de cómo debería ser una sociedad completamente transformada».
Sin embargo, en las recientes elecciones en Sudáfrica, tanto los partidos políticos nuevos como los más antiguos culparon de manera oportunista a los africanos negros y a quienes viven en la pobreza del resto del continente por el estado de crisis en el sistema de salud pública. Esto se extiende falsamente, al culpar a los ciudadanos extranjeros de la crisis económica, del desempleo crónico y del crimen cuando, en realidad, son consecuencias de la corrupción rampante, del saqueo bajo el gobierno del ex presidente Jacob Zuma y sus amigos del Congreso Nacional Africano (CNA). Dicha búsqueda de chivo expiatorio alimenta la violencia xenófoba en Sudáfrica, y más allá de sus fronteras.
El movimiento de personas es un fenómeno global. Las estadísticas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) revelan que las personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo aumentaron de 65,3 millones en 2015 a 68,5 millones en 2018. El cambio climático es un factor crítico en este fenómeno. Según el ACNUR: «cada segundo, una persona está siendo desplazada por factores climáticos, con un promedio de más de 26 millones de personas desplazadas por el clima y los eventos relacionados con el clima cada año desde 2008.» En algunas partes del mundo, este hecho provoca el incremento del riesgo de conflictos y el empeoramiento de las condiciones de las personas refugiadas y desplazadas.
Necesitamos entender cómo el cambio climático afecta el flujo actual y futuro de personas refugiadas y desplazadas, y preguntarnos por qué no se están satisfaciendo sus necesidades de protección. Por ejemplo, el fenómeno de El Niño en 2015 y 2016 tuvo un impacto severo en las personas vulnerables en Somalia; empeoró una sequía ya generalizada en Puntland y Somalilandia con un impacto devastador en las comunidades y sus medios de vida, aumentando la inseguridad alimentaria, la escasez de efectivo y provocando la emigración y la muerte del ganado.
Más recientemente, el ciclón Idai golpeó a Mozambique, Malawi y Zimbabwe con un impacto terrible, demostrando (nuevamente) que las personas vulnerables en los países que menos contribuyen al cambio climático adverso, pero con una infraestructura y capacidad limitada para responder a tales eventos extremos, están experimentando sus consecuencias más devastadoras. Solo en Mozambique, 1,85 millones de personas están afectadas, casi 200.000 desplazados, 600 muertos y casi 5.000 casos confirmados de cólera. Cerca de un millón de personas en Malawi se ven afectadas, y casi 100.000 son desplazadas. Zimbabue, un país que ya se encuentra en una grave crisis socioeconómica, ahora está registrando un cuarto de millón de personas afectadas, 300 muertos y 16.000 hogares desplazados.
En diciembre de 2018, por primera vez, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas para la Migración, reunido en Marrakech (Marruecos), aceptó que la crisis climática es un motor de la migración. Sin embargo, los Estados no tienen la obligación de reconocer las necesidades de protección de las personas refugiadas climáticas. Hay una necesidad urgente de establecer mecanismos que aseguren la protección de estas personas. Se debe declarar una emergencia internacional, junto con un plan de acción para mitigar y, finalmente, detener la carnicería artificial que destruye el planeta y sus habitantes.
La vulnerabilidad de las personas refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes es utilizada de manera oportunista por los políticos de todo el mundo. En Sudáfrica, esto tiene la consecuencia directa de alimentar la violencia xenófoba que acaba provocando el desplazamiento de cientos de personas, la pérdida y el daño a la propiedad y, en muchos casos, la pérdida de vidas inocentes. Los Estados no pueden ignorar la evidencia científica que habla de las terribles consecuencias de la crisis climática. Esta realidad debe formar parte de nuestra política. La Comunidad de Desarrollo de África del Sur (SADC) debe adoptar una visado propio, accesible para todas las personas y que permita gestionar los movimientos de población. O la xenofobia, y su violencia asociada, continuarán sin cesar.
Autor
Esta es una versión editada de un capítulo en el volumen más reciente de la serie del marxismo democrático titulado: Racisim after Apartheid [2019], editado por Vishwas Satgar. El artículo fue publicado originariamente en inglés, en la web Africa is a Country, y se puede consultar aquí.