Con una población de 543.000 personas, dispersas en nueve islas, el pequeño estado de Cabo Verde, pobre en recursos, ha ganado visibilidad por su impresionante desempeño democrático y buen gobierno.
En 2019, la lista de democracias liberales africanas se redujo aún más (Benin, clasificada como libre desde 1991, fue degradada a parcialmente libre), pero algunos países resistieron la tendencia global de erosión democrática. De los siete países clasificados libres por Freedom House, tres son pequeños estados insulares: Cabo Verde, Mauricio y Santo Tomé y Príncipe, (los otros países son Botsuana, Ghana, Namibia y Sudáfrica). Al igual que Mauricio, Cabo Verde a menudo es aclamado por una historia de éxito que funciona bien en varios indicadores sociales. En 2008, se convirtió en el segundo país africano, después de Botsuana, rico en recursos, en pasar del grupo de Países Menos Desarrollados (PMA) al grupo de países de ingresos medios y, en 2018, a ocupar el tercer puesto de 84 países en el índice de la Fundación de Mo Ibrahim sobre gobernanza africana, sólo por detrás de Mauricio y las Seychelles.
El hecho de que a los pequeños estados insulares les haya ido bien en muchos aspectos respalda la afirmación de que «lo pequeño es hermoso». La expresión es utilizada por los académicos de estos pequeños países para sugerir que la política es más consensuada y democrática, y que la gobernanza es más efectiva en unidades más pequeñas en comparación con las más grandes. Claro, hay pequeños estados que son autocracias electorales (por ejemplo, Guinea Ecuatorial, Eswatini, Yibuti), pero la evidencia empírica muestra que los países que son pequeños o islas tienen democracias más fuertes.
Pero aunque la geografía importa, ésta no cuenta la historia completa. En el caso de Cabo Verde, las instituciones y los actores políticos han sido clave para mitigar algunas de las desventajas estructurales del país: tamaño pequeño, aislamiento, economía a pequeña escala, falta de recursos naturales y vulnerabilidad a los desastres naturales. Durante estos tiempos sin precedentes causados por la pandemia mundial de coronavirus, el país ha podido mantener el funcionamiento y las instituciones políticas democráticas estables y un alto nivel de consenso a nivel de élite. Sin embargo, los efectos económicos y sociales afectarán mucho en el futuro.
Fortalezas: instituciones estables, alto nivel de consenso
Cabo Verde tiene un sistema bipartidista estable dominado por el Partido Africano de la Independencia de Cabo Verde (PAICV) y el Movimiento para una Democracia (MpD). A través de elecciones libres y justas, cada uno de estos partidos ha podido formar gabinetes de un solo partido con cómodas mayorías parlamentarias (PAICV en 2001, 2006, 2011; MpD en 1991, 1995, 2016). Además, todas las elecciones menos una han llevado a gobiernos unificados en los que la mayoría parlamentaria y el presidente comparten el mismo color político.
Desde 2016, existe un gobierno unificado de MpD con Ulisses Correia e Silva como primer ministro y Jorge Carlos Fonseca como presidente. Dicha configuración favorece el consenso, la estabilidad y la eficiencia legislativa. Esto ha sido crucial para abordar la crisis, pero el papel de los partidos de oposición también ha sido constructivo. Desde el principio, Janira Hopffer Almada, líder del principal partido de oposición PAICV, destacó la voluntad del partido de colaborar con el gobierno para ayudar a mitigar el impacto de la crisis.
La toma de decisiones políticas fue efectiva y preventiva. El 18 de marzo, y sin casos confirmados de coronavirus, el gobierno decidió cerrar las fronteras nacionales. Sólo se tardó ocho días desde el primer caso confirmado, el 20 de marzo, para que el Presidente declarara el estado de emergencia por primera vez en la historia del país. La medida inicialmente duró 20 días y abarcó todo el territorio, pero luego se renovó con diferentes períodos de duración. En las islas no afectadas, Santo Antão, São Nicolau, Sal, Maio, Fogo y Brava, el período fue más corto que en las más afectadas: Boa Vista, Santiago y São Vicente. En mayo, el estado de emergencia se expandió nuevamente, pero solo en Boa Vista y Santiago (que cuentan la mayoría de los casos).
Por lo tanto, a diferencia de algunos países, en Cabo Verde ha habido un alto nivel de consenso a nivel de élite sobre cómo abordar la crisis actual. Si bien esto facilita la toma de decisiones y la implementación de las medidas de mitigación, persisten algunos desafíos estructurales.
Desafíos: una economía pobremente diversificada
Los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) son vulnerables porque dependen en gran medida del turismo (que representa el 30% de su PIB), pero también porque sus pequeñas economías están más afectadas por las conmociones externas, como la pandemia actual.
Cabo Verde es pobre en recursos naturales y tiene una economía poco diversificada que depende en gran medida del sector turístico. Del 7,5% del PIB en 2000, ahora representa alrededor del 21% del PIB y genera más de 8.000 empleos. Los límites a la movilidad y al turismo actualmente en vigor tendrán un fuerte impacto en la economía. El economista Carlos Lopes, declaró recientemente que Cabo Verde sería uno de los países más afectados, mientras que el Banco de Cabo Verde predice una caída en la economía del país del 4 al 6,1% del PIB.
La Unión Europea ha donado 5 millones de euros que, según el Viceprimer Ministro y Ministro de Finanzas, Olavo Correia, se utilizarán para financiar programas sociales (inclusión social, ayuda alimentaria, sistemas de atención, ingresos solidarios) que ya están en marcha. El Fondo Monetario Internacional aprobó un desembolso de 32,3 millones de dólares para ayudar al país a satisfacer las «necesidades urgentes de balanza de pagos generadas por el impacto económico de la pandemia de COVID-19». Aunque la ayuda externa puede ayudar a mitigar algunos de los impactos de la crisis, la fragilidad estructural de la economía persiste. Por lo tanto, las reflexiones de Resende-Santos sobre la economía de Cabo Verde hace un año todavía tienen sentido: «La política tendrá que adoptar un enfoque de dos vías: primero, explorar la limitada diversificación económica posible y encontrar otras formas de mejorar la resiliencia de la economía para choques externos; segundo, mejorar la competitividad del producto de turismo de masas”.